Zadie Smith: «En el mundo literario ahora mandan las mujeres»

La escritora británica sorprende con una monumental novela victoriana, ‘La impostura’ (Salamandra), en la que aborda la esclavitud en Jamaica, las ‘fake news’ del siglo XIX y el populismo. «Hoy no es tan diferente», dice Leer La escritora británica sorprende con una monumental novela victoriana, ‘La impostura’ (Salamandra), en la que aborda la esclavitud en Jamaica, las ‘fake news’ del siglo XIX y el populismo. «Hoy no es tan diferente», dice Leer  

Cuando baja del taxi negro y amarillo frente a la puerta de su hotel en el Eixample, con sus gafas de sol, sus dos trenzas y su look entre callejero y chic, Zadie Smith podría parecer una actriz o una cantante. Hace tiempo que dejó de ser la joven promesa de las letras británicas con el huracán que desató Dientes blancos, opera prima que escribió en su último año en la facultad.

Con seis novelas a sus espaldas y varios ensayos, Smith ya se ha consolidado como una de las grandes autoras anglosajonas. Tras pasar 10 años en Nueva York, huyendo del «claustrofóbico mundo literario» británico, la escritora volvió a Londres y escribió una monumental novela histórica, La impostura (Salamandra), aclamada por la crítica y que ahora llega a las librerías españolas. Por sus páginas transitan esclavos jamaicanos, obreros irlandeses, videntes africanas, mujeres fascinantes y hasta Charles Dickens (aunque aquí le roba el protagonismo William Ainsworth, hoy desconocido pero cuyos libros llegaron a vender más que Oliver Twist). Y en el centro de todo, un juicio real -el caso Tichborne, también olvidado- que se sigue como si fuese un reality show de la época y que ya cautivó a Jorge Luis Borges. «Pero él le dedicó tres páginas en un bellísimo relato, mucho más económico que mis casi 500…», señala irónica Smith, ya sentada en un soleado patio barcelonés con un café americano delante.

Aunque escriba sobre la era victoriana también habla del presente, de las fake news, de los populismos… ¿La impostura nos sirve de espejo?Soy una escritora contemporánea, mi forma de mirar el siglo XIX es desde una óptica del siglo XXI. Ciertamente, hay analogías entre ambos periodos y reflejos del presente. No escribí este libro para que pudiéramos sentarnos a pensar en la hipocresía del siglo XIX. Yaquí sí hay un paralelismo actual. Cuando hablamos de dónde viene el dinero, a menudo no pensamos en ello: si venía de una colonia con esclavos o en el origen de nuestra ropa económica de Zara [y señala su jersey negro]. No quiero decir que los victorianos fueran singularmente hipócritas, es una constante en la vida humana. Yes parte de la razón por la que escribí este libro: simplemente quería detectar mis propias hipocresías, la forma en que vivo y en que vivimos ahora, que no es tan diferente.Habla de Zara… Pero Apple, Google y las grandes tecnológicas explotan las minas de cobalto en el Congo en unas condiciones casi esclavistas para que todos tengamos un smartphone…Sí, siempre se dan nuevas injusticias. Pero el esclavismo en particular terminó. ¿Cómo se termina con un negocio que es tan rentable? No es fácil. Vayamos a Silicon Valley a decirles ‘Deberías de dejar de ganar una cantidad infinita de dinero’….El Reino Unido de hoy no habría existido sin Jamaica ni esa esclavitud. ¿Cree que Reino Unido se ha enfrentado a su pasado colonial?Ni siquiera entiendo la expresión ‘pasado colonial’, como si fuera una sección separada de la historia. Para mí, esto es sólo Historia. Y se ha contado parcialmente. Diría que la mayoría de los británicos no son conscientes de las realidades económicas del siglo XIX, de dónde vino el dinero para construir el Londres de hoy… Tengo la esperanza de que en el futuro, cuando los niños en la escuela lean libros sobre el siglo XIX, también puedan leer este.En los colegios españoles antes nos enseñaban que España era el imperio donde nunca se ponía el sol…Nosotros también aprendimos mucho sobre la grandeza de nuestro imperio. Pero no lo que había detrás. Y eso es lo emocionante de lo que está sucediendo actualmente: el intento de contar la historia completa en lugar de una parte de ella.¿Yen Jamaica? Cuando visitaba a la familia de su madre, ¿le hablaban de la esclavitud?Mis recuerdos de Jamaica son sólo de pobreza. Mi familia es extremadamente pobre, vive en el interior, en una zona rural de las Blue Mountains, en un ambiente bastante extremo. Cuando fui allí, quedé en shock. Nunca había visto gente tan pobre. No me hablaron nunca de lo que se vivió en las plantaciones. Cuando regresé de adulta la experiencia fue muy diferente. De niña no sabía por qué Jamaica es así. Pero creo que si lees este libro resulta obvio por qué el país es como es.

El camarero trae unos entrantes para Smith, que no ha tenido tiempo de comer por el retraso en el control de pasaportes del aeropuerto, Brexit mediante. Ante un plato de tres anchoas, se exclama: «¿De verdad la comida española es tan minúscula?»

Sólo la de los hoteles caros… Mientras come le leo un extracto de su capítulo Narrativa contemporánea, con Ainsworth opinando sobre los libros que escriben las mujeres: «¡Nada de aventuras, ni dramas, ni asesinatos, nada que haga hervir la sangre o que la hiele! (…) ¿Esto es lo único que les interesa a estas mujeres modernas que escriben novelas? ¿La gente?». Incluso cuando Annie Ernaux ganó el Nobel hubo críticas, sobre todo masculinas, que se quejaban de que sus libros no hablaban de nada, solo de una mujer.¡Me encanta Annie Ernaux! En Inglaterra no hubo críticas, pero extrañamente en Francia sí… A veces también se oye cuando la gente habla de Sally Rooney. Pero creo que son los últimos suspiros de ese tipo de protestas… Porque la verdad es que en el mundo literario, como probablemente habrán notado esos críticos, ahora las mujeres mandan. Creo que hay un tipo de lector masculino que se siente más atraído por los hechos, que le cuesta más ver el propósito de lo ficticio. Pero soy comprensiva con eso, porque a mí me cuesta leer no ficción… Es una cosa temperamental, prefiero la ficción.En el 2000, su opera prima fue un boom. Pero aún así hubo una crítica que la calificaba de «realismo histérico».En realidad, yo era la única mujer que aparecía en ese artículo. Hablaba de un supuesto género y todo eran hombres: Thomas Pynchon, Salman Rushdie… No se tuvo en cuenta a las mujeres, porque no escribimos libros lo suficientemente graandes [inflexión irónica] como para llamarlos realismo histérico. Me sentí bastante orgullosa porque me incluían en un club en el que normalmente no se permitía la entrada a las mujeres.En realidad, la única foto del artículo era la suya, jovencísima. ¿Le ha pesado la etiqueta de «joven prodigio multicultural»?Ya no soy joven, así que no es un problema. Tenía 22 años y ahora 48. Miro a alguien como Sally Rooney, que tiene 50 veces más presión que la que yo tuve… Y ella es simplemente una chica sensata, volvió a su casa en Irlanda, escribe sus libros, eso es todo. No somos estrellas del pop ni actores, somos escritores, nuestro trabajo es escribir.En esta novela destaca su compleja estructura, con diferentes volúmenes, capítulos cortísimos y continuos saltos en el tiempo.Con los capítulos cortos trato de trabajar con la capacidad de atención de las personas, que es menor. También es una forma de modernizar la novela histórica, que suele ser más conservadora. Pero si retrocediéramos 15 o 20 años, nadie pensaría que la estructura de la novela es compleja. ¡Recordemos a Cortázar o Borges! Lo único extraño de este libro es que el tiempo salta de un lado a otro, como en una película. Algo ha cambiado en la forma en que leemos: ahora es más lineal, en primera persona, más como leemos en el móvil… Puedes pasarte cuatro o cinco horas al día con el teléfono. Y cuando entras en una narrativa ficticia en la que el lenguaje no suena como si alguien te hablara en directo… Creo que hoy a la gente le resulta más difícil leer. Así que lo escribí de esa manera porque quería recordarme lo que puede ser la lectura: un ejercicio realmente salvaje. Y pienso en Nabokov y su Pálido fuego…William Ainsworth, su vecino de hace dos siglos [su tumba está cerca de la casa de Smith], escribió más de 40 libros y hoy nadie se acuerda de él, aunque en la época fuera tan famoso como Dickens…Las reputaciones literarias son así, van y vienen. Incluso en nuestra época, pensemos en alguien como Saul Bellow, que hace 15 años era materia de estudio en todas las universidades y hoy no lo encontramos en ningún curso. Estas cosas pasan. Me ha pasado a mí, le pasa a todo el mundo… Cultura // elmundo

Noticias Similares