“Ya podemos explorar cualquier mar del planeta”: a bordo del ‘Odón de Buen’, el mayor barco científico de España

El 'Odón de Buen', en el puerto de Vigo.

Un día soleado de noviembre, en el puerto de Vigo, un barco azul y blanco destaca del resto de grandes pesqueros amarrados. Es el Odón de Buen, el mayor buque de investigación científica de España. Tras subir por la escala y llegar a su interior, lo primero que sorprende es su comodidad: primero una recepción y después un luminoso salón de dos alturas con comedor, biblioteca y sala de reuniones. A babor hay unos cómodos sofás azul claro junto a un ventanal panorámico de gruesos cristales por el que se divisa el puerto y parte de la ría. Es un barco científico, pero podría pasar por crucero de lujo.

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Jordi Sorribas, jefe de la Unidad de Tecnología Marina del CSIC, en el 'Odón de Buen'. Dos técnicos revisan el dron submarino autónomo del 'Odón de Buen' con capacidad para descender a hasta 6.000 metros de profundidad.El capitán el 'Odón de Buen', Adrián Gerpe, en el puente de mando del buque. El buque insignia de la flota oceanográfica podrá explorar las zonas más profundas y desconocidas del océano, y colaborar en su conservación  

Un día soleado de noviembre, en el puerto de Vigo, un barco azul y blanco destaca del resto de grandes pesqueros amarrados. Es el Odón de Buen, el mayor buque de investigación científica de España. Tras subir por la escala y llegar a su interior, lo primero que sorprende es su comodidad: primero una recepción y después un luminoso salón de dos alturas con comedor, biblioteca y sala de reuniones. A babor hay unos cómodos sofás azul claro junto a un ventanal panorámico de gruesos cristales por el que se divisa el puerto y parte de la ría. Es un barco científico, pero podría pasar por crucero de lujo.

La tripulación lleva días embarcada y haciendo vida a bordo, aunque el barco está atracado a la espera de zarpar y poner a prueba sus flamantes equipos científicos. Todo huele a nuevo. El suelo está aún protegido con plásticos a la espera del amadrinamiento oficial del buque, que tendrá lugar el jueves en Cádiz. EL PAÍS visita el barco antes de su inauguración, invitado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), al que pertenece el Odón.

A popa, en la cubierta exterior, Jordi Sorribas contempla con orgullo la nave en cuyo diseño y construcción lleva volcado más de dos años. Barcelonés de 57 años, alto y con canas, Sorribas es geólogo de formación, pero desde hace años trabaja como jefe de la Unidad de Tecnología Marina del CSIC, que coordina las actividades de ocho buques oceanográficos. En 1991 se embarcó en la primera campaña antártica del Hespérides, buque veterano de la oceanografía española. Desde entonces, su vida han sido los barcos científicos, en lo profesional y lo personal, pues a su mujer, también geóloga, la conoció a bordo del Hespérides el año que sufrió un “apagón total” que lo dejó a oscuras y sin gobierno cuando navegaba cerca de Canarias. “En España no tenemos tantos barcos científicos como Francia, que es un líder indiscutible, pero no estamos nada mal”, resalta Sorribas.

Jordi Sorribas, jefe de la Unidad de Tecnología Marina del CSIC, en el 'Odón de Buen'.
Jordi Sorribas, jefe de la Unidad de Tecnología Marina del CSIC, en el ‘Odón de Buen’. Sonia Daponte

El Odón se ha construido a medida exacta de lo que pedían los científicos. No hay otro oceanográfico igual. Esto no solo significa que tiene los sistemas más sofisticados de sonar o capacidad de extraer testigos de 25 metros de largo del fondo marino, todo un récord, sino también pequeñas comodidades de las que uno no es consciente hasta que se embarca dos meses: eliminar obstáculos en cubierta donde muchas veces chocan las espinillas cuando vas cargado con cajas de pescado de 20 kilos, camarotes de dos personas como máximo, con luz natural y cada uno con su baño, suelo radiante, y una pequeña cantina con cafetera y bebidas calientes justo al lado de la zona en la que se recolecta el pescado y se hace la primera criba, haga el tiempo que haga. A bordo, eso sí, no se permite el alcohol.

A uno de los lados de la cubierta hay una especie de torpedo naranja chillón de más de seis metros de largo. Es un dron submarino autónomo que podrá bajar a hasta 6.000 metros. Va equipado con varias clases de sonar y cámaras de vídeo que permitirán ver los fondos. Mientras Sorribas pasea por el barco, su mano derecha, el ingeniero naval Manuel Portabales, no para ni un segundo ocupándose de los últimos detalles que quedan por solucionar antes de zarpar.

Dos técnicos revisan el dron submarino autónomo del 'Odón de Buen' con capacidad para descender a hasta 6.000 metros de profundidad.
Dos técnicos revisan el dron submarino autónomo del ‘Odón de Buen’ con capacidad para descender a hasta 6.000 metros de profundidad.Sonia Daponte

El Odón es tan grande —casi 85 metros de eslora y 18 de manga— que cuando lo estaban construyendo en los astilleros Armón sobraba menos de medio metro por cada lado en la nave. “Es alucinante la cantidad de piezas sueltas, todas marcadas con su número de referencia, que son soldadas a mano, justo en el sitio que tienen que ir, en cualquier recoveco, y cuya posición se revisa cada 15 días por el inspector de certificación. Es un Lego a lo salvaje”, resalta Sorribas. Parece asombroso que un barco así pueda construirse en menos de dos años. Los astilleros vigueses se han especializado en este tipo de trabajos, y ya están produciendo nuevos buques científicos para Nueva Zelanda, Islandia u Holanda.

El principal objetivo del Odón es llenar los “agujeros negros” de los océanos: esas enormes zonas que aún están totalmente inexploradas, resume María Gómez Ballesteros, oceanógrafa y vicepresidenta del CSIC. “Hay un tratado internacional del que España forma parte que pretende que en 2030 se hayan cartografiado el 30% de todos los fondos oceánicos del mundo”. El 70% restante es desconocido.

El sonar multihaz que el Odón lleva en su casco puede llegar a hasta 15.000 metros, más que el punto más profundo conocido: la Fosa de las Marianas, a algo más de 11.000 metros bajo el mar. Los haces de sonido salen del buque, rebotan en el fondo y regresan, lo que permite cartografiar el fondo marino con una resolución de centímetros, cuando hasta ahora llegaba a metros en el mejor de los casos, destaca la científica del CSIC. Esto permitirá conocer mejor los ecosistemas profundos y saber su estado de conservación. “Los beneficios de este barco no son para España, ni para Europa, sino para todo el mundo, pues va a aportar datos claves para que luego se puedan tomar decisiones políticas sobre cómo hacer sostenible el transporte, el turismo, la pesca y cualquier otra actividad humana en los océanos a nivel mundial”.

El Odón podrá levantar mapas del fondo marino en casi cualquier punto del planeta. Además estudiará actividad sísmica y escarpes en el fondo que puedan provocar tsunamis. Gracias a su tecnología se podrán cartografiar en detalle los cañones submarinos frente a la costa Cantábrica o la murciana, así como los fondos de la zona económica exclusiva española en Canarias, los más profundos del país. El barco también va equipado con un equipo sísmico capaz de ver de qué están hechas las primeras capas internas de corteza terrestre.

El Odón será el barco más silencioso de la flota científica, algo esencial para estudiar la fauna marina. “Por un lado era obligado que como buque de investigación oceanográfica no hagamos ruido que pueda perjudicar a los mamíferos”, resalta María del Carmen García, bióloga marina y directora del Instituto Español de Oceanografía (IEO). Además, dado que el sonar, los ojos del barco, se basan en haces de sonido, cualquier vibración o ruido excesivo podrían empañar su visión. “Con el Odón ya podemos explorar cualquier mar del mundo y, gracias a sus avanzados laboratorios, desembarcaremos con todo el trabajo científico prácticamente hecho”, añade García.

El barco tiene una autonomía de 50 días: 40 con gasoil, y 10 más con gas natural licuado, conservado en dos enormes tanques situados en las tripas del barco y conservado a 180 grados bajo cero. El gas permite reducir más del 90% la emisión de partículas contaminantes durante las maniobras en puerto o en zonas especialmente sensibles, como las aguas antárticas.

En una de las cubiertas interiores, el jefe de máquinas del Odón, Rubén Porto, explica que el buque tiene seis hélices. Cuatro de ellas, dos a proa y dos a popa, permiten dejar el barco casi quieto en medio del mar, con un margen de error de medio metro, aunque haya oleaje. Es esencial para ciertos trabajos científicos con robots submarinos. Las dos hélices principales suman una potencia de casi 4.000 caballos, más que 30 automóviles utilitarios. “Sacar un barco como este del astillero es un privilegio; hay mucha gente que no tiene una oportunidad así en toda su carrera”, celebra Porto, marino mercante de 45 años, 20 años de ellos en el mar. Bajo su mandato también recaen las otras máquinas del buque, como la potabilizadora, de donde sale toda el agua que se consume a bordo, la máquina de tratamiento de aguas fecales, y un sistema que irradia los depósitos con luz ultravioleta para matar cualquier ser vivo, y evitar así que el Odón transporte especies invasoras.

En el puente de mando está Adrián Gerpe, gallego nacido en Vilagarcía de Arousa hace 38 años, y capitán del Odón. El marino muestra orgulloso el cuadro de mandos del buque, que tiene internet por satélite y un sistema de navegación digital sin cartas náuticas físicas, un recurso que sí siguen usando los buques militares. Gerpe tiene a su mando una de las dos tripulaciones completas del buque, de 22 personas, que se turnarán cada 45 días aproximadamente. Además, pueden viajar a bordo 36 científicos.

El capitán el 'Odón de Buen', Adrián Gerpe, en el puente de mando del buque.
El capitán el ‘Odón de Buen’, Adrián Gerpe, en el puente de mando del buque.Sonia Daponte

Gerpe pasó un año entero trabajando en un buque gasero ruso que atravesaba el Ártico rompiendo hielo de hasta dos metros. El Odón no podrá hacer tanto, pero está capacitado para navegar en aguas frías y partir hielo “joven” de hasta medio metro de espesor, explica Gerpe. Al contrario que en otras clases de buques, en este el capitán está relevado de hacer guardias de seis horas en el puente para que pueda supervisar el resto de maniobras, sobre todo las científicas. “Yo como capitán no duermo nunca, solo descanso. El primero al que se le ocurra decir que estoy durmiendo se la carga”, bromea el marino.

Desde el puente, dos escaleras de caracol suben a otra de las instalaciones pedidas expresamente por los científicos: dos torretas acristaladas desde las que se ve prácticamente todo y que han sido especialmente creadas para observar ballenas y otros mamíferos marinos.

El nombre del buque es homenaje a Odón de Buen y del Cos, padre de la oceanografía española y fundador del IEO, en 1914. Este científico de ideas progresistas hizo sus primeros pinitos como investigador oceanográfico a bordo de Blanca, una fragata de la Armada, con casco de madera y propulsión a vela y a vapor que se había salvado de la batalla del Callao, en Perú, en 1866. Probablemente a De Buen, fallecido en el exilio mexicano en 1945, le estallaría la cabeza con las oportunidades que ofrece el buque al que da nombre.

El 'Odón de Buen', en el puerto de Vigo.
El ‘Odón de Buen’, en el puerto de Vigo.Sonia Daponte

Construir el Odón lleva en proyecto desde 2008 impulsado por el IEO, un organismo que ahora forma parte del CSIC tras un apresurado rescate para evitar el colapso económico. Ha costado 85 millones de euros financiados en un 80% a través de fondos de desarrollo regional de la Unión Europea para Andalucía (el otro 20% proviene del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades). Por eso sobre el papel, y también en el casco del buque, su puerto base es Cádiz. Este jueves tendrá lugar la ceremonia oficial de amadrinamiento, que realizará Clementina de Buen, médica y nieta del oceanógrafo español.

Después de los actos públicos, el buque tiene previsto regresar a Vigo para llenar sus bodegas y prepararse para su primera gran campaña. Zarpará en enero desde Vigo y llegará a la Antártida, donde la tripulación y un reducido equipo científico pondrán a prueba sus equipos en aguas frías e intentará llegar, si hay suerte, hasta el mar de Weddell, plagado de icebergs. Antes el buque tendrá que cruzar el mar de Hoces que separa la punta de América del Sur del continente helado, y que es probablemente el más tempestuoso del planeta.

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