Trump y la globalización mal leída

El mundo estaba avisado desde que ganó las elecciones, pero la puesta en escena de la política internacional en la segunda presidencia de Donald Trump sorprende y se supera cada día. Trump se está apresurando a destruir el orden comercial imperante desde finales de la Segunda Guerra Mundial. Un orden del que los Estados Unidos, como primera potencia mundial, son el autor básico. El hecho es que Trump, no sabemos si por una falta de lecturas o por una falta de compresión lectora, lee mal la historia del comercio internacional y la globalización.

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 El mundo estaba avisado desde que ganó las elecciones, pero la puesta en escena de la política internacional en la segunda presidencia de Donald Trump sorprende y se supera cada día. Trump se está apresurando a destruir el orden comercial imperante desde finales de la Segunda Guerra Mundial. Un orden del que los Estados Unidos, como primera potencia mundial, son el autor básico. El hecho es que Trump, no sabemos si por una falta de lecturas o por una falta de compresión lectora, lee mal la historia del comercio internacional y la globalización.Seguir leyendo…  

El mundo estaba avisado desde que ganó las elecciones, pero la puesta en escena de la política internacional en la segunda presidencia de Donald Trump sorprende y se supera cada día. Trump se está apresurando a destruir el orden comercial imperante desde finales de la Segunda Guerra Mundial. Un orden del que los Estados Unidos, como primera potencia mundial, son el autor básico. El hecho es que Trump, no sabemos si por una falta de lecturas o por una falta de compresión lectora, lee mal la historia del comercio internacional y la globalización.

April 2, 2025, Washington, District Of Columbia, USA: US President DONALD TRUMP holds up a signed executive order implementing new reciprocal tariffs against US trading partners in the Rose Garden of the White House in Washington. Trump has branded the day 'Liberation Day' though most economists expect US consumers to foot the costs,Image: 982597415, License: Rights-managed, Restrictions: , Model Release: no, Pictured: Trump Donald, Credit line: Jim LoScalzo-Pool / Zuma Press / ContactoPhoto
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Trump, anunciando los polémicos aranceles en los jardines de la Casa Blanca
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En primer lugar, Trump justifica los aranceles como una aplicación de justicia al resto del mundo. Y vende como un castigo a otros países lo que es, antes que nada, una subida de los impuestos que pagarán sus ciudadanos. Igual que los europeos pagaremos la réplica de la Unión Europea. En las guerras comerciales no hay ganadores y aquí perderá todo el mundo. Si no fuera un impuesto a los ciudadanos americanos, ¿de qué recaudarían los miles de millones que Peter Navarro y otros asesores de Trump anuncian estos días? Paradójicamente los defensores de los impuestos bajos están perpetrando, de espaldas al Congreso, una subida impositiva de una magnitud histórica.

En las guerras comerciales no hay ganadores y aquí perderá todo el mundo

En segundo lugar, hay una lectura errónea del proceso de desindustrialización occidental de las últimas cuatro o cinco décadas. En el proceso de deslocalización, China y otros países se han industrializado y han crecido mucho. Miles de millones de personas han salido de la pobreza. Los consumidores occidentales también han ganado, porque han podido comprar electrodomésticos, ropa y otros productos industriales a precios relativamente bajos.

Pero, en Estados Unidos y en Europa también ha habido perdedores, en los territorios donde ha cerrado la planta industrial. Detroit sería el emblema. Es verdad que la hiperglobalización puede haber ido demasiado lejos —la frase es de Dani Rodrik— pero no será ni sencillo ni barato desmontar las cadenas de valor global para recuperar producción industrial. Y, además, si se recuperan fábricas, no crearán puestos de trabajo al ritmo de los años 50 o 60, porque en las cadenas de producción industrial modernas hay cada vez más tecnología, más robots y menos personas.

Y finalmente, Trump lee mal la historia de los años 20 y 30 del siglo pasado. Atribuye a los aranceles americanos una potencia industrial que es fruto de que los Estados Unidos lideraron la segunda revolución industrial, desarrollando buena parte de las tecnologías y aplicaciones que se derivan de la electricidad y el motor de explosión. Y, sobre todo, se olvida que la subida arancelaria de 1930 —el arancel Smoot-Hartley — y la guerra comercial subsiguiente contribuyó a agravar los efectos de la Gran Depresión. La depresión comenzó con el crac del 29 —la caída de la Bolsa de Nueva York— y se expandió e intensificó, entre otras razones, por el efecto perverso de los aranceles. Ahora, cuando todavía no hace tres meses de la toma de posesión de Donald Trump, la bolsa ya va cayendo, con los inversores desconcertados por sus medidas económicas y comerciales. Decía Mark Twain que la historia no se repite, pero rima. No sabemos si Trump ha leído a Mark Twain.

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