Tel Aviv espera a Mr. Trump

La guerra tarda muy poco en convertirse en hábito.

Seguir leyendo…

 La guerra con Irán detiene la vida de los israelíes, que confían en que EE.UU. intervenga y acorte el conflicto  

La guerra tarda muy poco en convertirse en hábito.

Tras el shock del primer ataque, la rutina se amolda poco a poco a las alarmas antiaéreas, a los ecos de las interceptaciones de misiles, y a los partes de víctimas de ambos bandos. Ha pasado una semana desde que Israel entró en guerra con Irán, pero los misiles persas no han impedido que Nurav se ponga las zapatillas a y salga a hacer jogging por la playa de Tel Aviv. La alerta por una nueva ofensiva le pilló a medio camino, y, junto a otros surferos y deportistas, corre al refugio más cercano, en el parking de un hotel cápsula en primera línea de mar.

“No tengo miedo; estamos mentalmente preparados”, dice Nurav, una israelí, desde un refugio

“No tengo miedo. Estamos mentalmente preparados para esto”, dice desde una de las sillas de colegio colocadas en círculo del refugio. La sala parece sacada de la Segunda Guerra Mundial: un par de camillas y botiquines con la estrella de David, duchas precarias, tres grandes retratos de rabinos y una caja de frutas llena de Torás. Pero Nurav tiene más fe en los cazas F35 de Trump que en Yavé. “En una semana o dos todo habrá acabado. Estados Unidos lo solucionará”, asegura.

Beniamin Netanyahu anunció la operación León Naciente como una necesidad ante la “amenaza existencial” que, según él, supone el proyecto nuclear persa. Irán, el enemigo final de Israel, ha respondido con ataques diarios contra la capital y las principales ciudades israelíes. A pesar de los avanzados sistemas de defensa, 50 de los 450 misiles balísticos y 400 drones han impactado en territorio israelí. Cada interceptor del sistema Cúpula de Hierro –el principal dispositivo de defensa– que se lanza cuesta aproximadamente 80.000 dólares, según medios israelíes.

Funcionarios israelíes y empresas de defensa han afirmado que la Cúpula de Hierro tiene una tasa de éxito superior al 90%. Algunos analistas de defensa cuestionan esas cifras frente a amenazas en evolución. Inicialmente, el Gobierno anunció que se trataría de una campaña corta, aunque ahora reconoce que “podría alargarse unas semanas más”.

Por el momento, son muchos los israelíes que cierran filas tras su líder, quien en menos de dos años ha abierto cuatro frentes bélicos. Han aceptado con disciplina de soldado las nuevas medidas de seguridad, que incluyen el cierre de oficinas y la atención constante a la aplicación del Comando del Frente Interno, que con un pitido insufrible indica cuál es el momento de refugiarse. “La guerra nos ha afectado a todos”, declaró el viernes Netanyahu, quien confesó que su hijo ha cancelado su boda por segunda vez.

La confianza en que la potencia militar conjunta de Israel y Estados Unidos doblegue –o derroque– el régimen de los ayatolás es inquebrantable. Pero Donald Trump aún tiene que tomar una decisión que llegará “en las próximas dos semanas”, según anunció en declaraciones a los medios. Dos semanas más con el país –donde ya han fallecido 25 personas a causa de los ataques– en pausa y con los accesos cerrados. El aeropuerto permanece cerrado, aunque las autoridades anunciaron que podría abrir a partir del lunes para vuelos de repatriación de 50.000 israelíes en el exterior.

“Viví en Nueva York seis años, pero volví por culpa del antisemitismo”

Yoav, ingeniero y reservista del ejército, ni se plantea marcharse del país en estos momentos. “Viví en Nueva York seis años, pero me volví por culpa del antisemitismo”, dice desde una esquina del refugio, y añade que no se siente “más seguro en ningún lugar del mundo” que en su país. Junto a él, un grupo de israelíes tranquiliza a una joven turista estadounidense, que padece un ataque de ansiedad. “Eres muy valiente”, le repiten con un marcado acento hebreo, mientras resuena el eco de los misiles que estallan en los cielos.

La tensión dura tan solo 10 minutos. Pasados ese tiempo, un nuevo mensaje da permiso para regresar a la vida real. Los runners sin camiseta, los bañistas y los repartidores de comida salen del subterráneo con prisa por volver a sus tareas. En Teherán nadie avisa de cuándo y dónde caerá el proyectil, ni en Líbano, ni en Gaza. Allí solo existe el momento del boom y la certeza posterior de que esta vez no te ha tocado a ti.

 Internacional

Noticias Similares