Movistar+ sigue acumulando series que dignifican la producción propia y la ficción televisiva. Hablo de memoria: Antidisturbios, La Unidad, Rapa, Mira lo que has hecho, Díme quien soy, El día de mañana, La Mesías o Vergüenza. A esta lista hay que añadirle Querer, dirigida por Alauda Ruíz de Azúa. Trata un tabú susceptible de explotar en miles de réplicas: la violencia sexual como código de relación dentro del matrimonio. El argumento juega a favor de la época. Eso le permite centrar el conflicto en perfiles que a veces caen en el estereotipo. Pero –y este es el mérito de la serie– saben mantener un nivel de credibilidad que predispone a entender a los personajes independientemente de que cada uno pueda simpatizar con las contradicciones, debilidades y angustias de uno u otro. No abusa de la truculencia ni del efectismo de la marginalidad. Al contrario: al situar el drama en un contexto aburguesado de una familia vasca actual, se ahorra estridencias y y apuesta por una contención formal y de contenido que los actores defienden con una interpretación tan memorable como la abierta amargura de su desenlace.
La serie ‘Querer’ aborda un tabú susceptible de explotar en miles de réplicas
Movistar+ sigue acumulando series que dignifican la producción propia y la ficción televisiva. Hablo de memoria: Antidisturbios, La Unidad, Rapa, Mira lo que has hecho, Díme quien soy, El día de mañana, La Mesías o Vergüenza. A esta lista hay que añadirle Querer, dirigida por Alauda Ruíz de Azúa. Trata un tabú susceptible de explotar en miles de réplicas: la violencia sexual como código de relación dentro del matrimonio. El argumento juega a favor de la época. Eso le permite centrar el conflicto en perfiles que a veces caen en el estereotipo. Pero –y este es el mérito de la serie– saben mantener un nivel de credibilidad que predispone a entender a los personajes independientemente de que cada uno pueda simpatizar con las contradicciones, debilidades y angustias de uno u otro. No abusa de la truculencia ni del efectismo de la marginalidad. Al contrario: al situar el drama en un contexto aburguesado de una familia vasca actual, se ahorra estridencias y y apuesta por una contención formal y de contenido que los actores defienden con una interpretación tan memorable como la abierta amargura de su desenlace.
La serie trata un tabú susceptible de explotar en miles de réplicas: la violencia sexual dentro del matrimonio
FORMATO CON PATAS. Hace años, recogiendo una frase de Pedro Rodríguez, Jorge Javier Vázquez definió a Lydia Lozano como un formato televisivo en sí misma, autosuficiente y altamente resiliente. Eso, y que lleva cuarenta años en la tele, justifica la publicación del libro La venganza de la llorona (La Esfera de los Libros), escrito con la colaboración de Yolanda Aguilar. Es un buen ejemplo de memoria selectiva. De Tómbola a Ni que fuéramos shhh y Mañaneros pasando por Salsa rosa, A tu lado y Sálvame, el libro explota un anecdotario que alterna dramas personales y confesiones de pecados, veniales y mortales, relativamente prescritos. Cuando describe métodos de explotación de la prensa del corazón y recuerda picarescas pseudodelictivas, el interés del libro crece. Tanto como cuando Lozano explica como los platós pueden convertirse en viveros de bullying, con virtuosos de la maldad y la intimidación como Kiko Hernández o Kiko Matamoros, monstruosos representantes del entretenimiento caníbal. En realidad, la memoria de Lozano es la de una superviviente hiperactiva, con principios menos perversos que los de algunos de sus compañeros, que ha sabido convertir sus debilidades –la lágrima fácil o la manera de gestionar la irresponsabilidad deontológica– en un factor más de supervivencia.
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