El éxito de la serie pone de manifiesto la creciente ansiedad por conseguir un aceptable equilibrio entre la vida profesional y la vida personal. Leer El éxito de la serie pone de manifiesto la creciente ansiedad por conseguir un aceptable equilibrio entre la vida profesional y la vida personal. Leer
Esta tarde, mi outie no pensará ni medio segundo en la bronca que nos acaba de echar el jefe. Él llega a casa y se pone a ver tranquilamente la tele… Con los canales de pago que se puede permitir gracias a las broncas que yo me trago en este agujero inmundo». Bromas como estas abundan en las conversaciones junto a las máquinas de café de muchas oficinas. Se refieren a Severance, la serie con la que Apple TV+ ha hecho las mejores audiencias de su historia.
En principio, su escenario se presentaba más bien anticlimático: la aburrida oficina de la empresa Lumon Industries. Los personajes, en cambio, propician una atmósfera de lo más inquietante: son empleados que han aceptado una operación cerebral que separa sus recuerdos laborales de los personales. Cuando entran en la oficina, un escáner los convierte en innies (o dentris, en la versión doblada); cuando salen, en outies (fueris). Saben de la existencia de su otra versión, pero sin ningún detalle. Viven historias diferentes.
¿Por qué ha fascinado a tanta gente esta serie, más allá de su calidad artística? Rita Olmedo, directora financiera y de RRHH de Evercom, la considera «una invitación muy certera para reflexionar sobre el espacio que el trabajo ocupa en nuestras vidas», y achaca su éxito a que «habla de algo que está muy presente en el debate social actual: cómo construimos nuestra realidad profesional en paralelo a nuestra vida personal, y qué nos puede aportar ese primer entorno más allá de lo material».
Un debate muy caliente en el momento actual. Guido Stein, profesor del IESE, habla incluso de una «obsesión por mantener un equilibrio entre la vida profesional y la vida personal. Por no decir neurosis…» Especifica que «se da, sobre todo, entre la gente más joven». Justo el público de las series de Apple TV+. Olmedo añade que «la conciliación es un tema de debate constante y también se ha convertido en parte de la propuesta de valor que las empresas pueden ofrecer a sus empleados». Y en los últimos años «se ha puesto sobre la mesa la necesidad de que las compañías se adapten a las realidades y necesidades diversas de sus trabajadores». Además, cree que esto «no tiene únicamente que ver con el tiempo que dedicamos a ambas parcelas, sino con el modelo de vida que estamos construyendo entre todos».
En un artículo en el Financial Times,Emma Jacobs sitúa el fenómeno en el contexto «pospandémico» y se atreve a proponernos su doble tentación fáustica: «¿Fantasea con dejar sus problemas laborales al final del día?». Pero también: «¿Qué tal estar libre de problemas personales de nueve a cinco? Olvídese de padres mayores, adolescentes ansiosos o un cónyuge gruñón para concentrarse por completo en terminar ese informe». Severance es una serie anglosajona. Por eso resulta especialmente interesante la visión de Jacobs, que recuerda que «la época victoriana normalizó la separación entre la vida laboral y personal», y menciona casos de compañeros suyos rayanos en la esquizofrenia, como el que era «reservado y sensato» en el trabajo y «locuaz y divertido» fuera: «Si intentabas continuar las conversaciones de la noche anterior en la oficina, se cerraba».
Guido Stein cruza el charco para poner un ejemplo histórico de la sociedad estadounidense, donde se sitúa la serie: «Henry Ford se preguntaba: ‘¿Por qué cuando pido unos músculos tienen que venir asociados a la cabeza y el corazón de una persona?’». Se supone que la gestión de personas ha evolucionado desde la época del bueno de Ford, pero Stein aprovecha para relativizar las tan cacareadas mejoras y hacer autocrítica: «Podríamos ser algo más profesionales. Hemos abusado un poco de conceptos como la empatía, el employee experience… Cuando tengo dudas de que se esté tratando a los empleados especialmente mejor que hace años».
La trama de Severance muestra abusos, traumas, mezquindades. Pura distopía. Olmedo matiza que estamos ante «un reflejo exagerado y distorsionado de algunas dinámicas que, lamentablemente, todavía podemos encontrar en ciertos entornos profesionales. Y, aunque su crítica es directa, este tipo de ficciones siempre pueden ayudarnos a repensar la realidad». Así, «la serie nos invita a mirar más allá de la productividad y a entender que una cultura laboral sana y transparente puede mejorar la vida de los empleados y, por ende, la calidad de su trabajo».
En cualquier caso, el problema de fondo siempre estará ahí: «No deja de ser interesante observar esa relación ya ancestral entre mente y cuerpo, vida privada y vida profesional, ámbito interior y ámbito exterior. A todos nos gustaría amputarle a la memoria cosas que incómodas de gestionar», dice Stein, que apunta un posible spin-off: «También tendría gracia para un matrimonio». n
La oficina suele ser antónimo de morbo y diversión. Hasta que sale en una serie como Severance. Sus productores eligieron como escenario un complejo de uso mixto conocido como Bell Works, construido a mediados del siglo XX en un pueblo de Nueva Jersey como sede de Bell Labs, filial de innovación de AT&T. Los vecinos lo apodaron la Caja Negra. Opaco, rectangular, imponente. Perfecto para acoger la ficticia ratonera de Lumon Industries. El éxito de la serie lo han convertido en un paradójico destino turístico, especialmente atractivo para fanáticos instagramers y tiktokers. Las nuevas generaciones son más de ir a la playa, por ejemplo.
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