Antes, había alarmas y nos quedábamos en la playa. Pero desde los primeros disparos del viernes, sentimos que el riesgo es real. Los boom hicieron temblar la puerta del refugio, sentimos los estallidos sobre nuestras cabezas”, cuenta Yair a La Vanguardia en el sexto día de la guerra entre Israel e Irán.
No todas las casas de tienen habitaciones blindadas para protegerse de los misiles iraníes
Antes, había alarmas y nos quedábamos en la playa. Pero desde los primeros disparos del viernes, sentimos que el riesgo es real. Los boom hicieron temblar la puerta del refugio, sentimos los estallidos sobre nuestras cabezas”, cuenta Yair a La Vanguardia en el sexto día de la guerra entre Israel e Irán.
Los misiles balísticos iraníes no son como los proyectiles de Hamas o Hizbulah, que sumergieron bajo fuego permanente el norte y el sur de Israel, pero apenas lograban alterar la “rutina de guerra” en el centro del país. En los tres primeros días del nuevo conflicto, los proyectiles de los ayatolás pulverizaron edificios enteros en áreas densamente pobladas. Sortearon el aparentemente inexpugnable sistema antiaéreo Cúpula de Hierro”. Los israelíes se sienten vulnerables. “Vivir en Tel Aviv hoy es como una ruleta rusa, no sabes si el próximo misil será el tuyo”, comenta Yael. Tras la primera guerra del Golfo (1991), cuando Sadam Husein bombardeó la ciudad con misiles Scud, se aprobó una ley que obligaba a los edificios de nueva construcción a blindar una de las habitaciones de cada piso. En tiempos normales, estos cuartos suelen usarse como almacenes.
Tel Aviv “es de las ciudades con menos refugios” y el metro está lleno de colchones y tiendas de campaña
Con jornadas de alarmas antiaéreas a todas horas, quienes disponen del privilegio de tener un cuarto blindado pasan allí largas horas, tumbados en un sofá entre puertas y ventanas de metal pesado. Los más afortunados tienen aire acondicionado, y sistema de ventilación especial por si estalla una guerra química. Pero la mayoría de israelíes no lidian la guerra en estas condiciones. El estatus socioeconómico es decisivo. En Bat Yam, un suburbio al sur de Tel Aviv, el impacto directo en un edificio antiguo mató a ocho personas e hirió a decenas. El boom hizo añicos un barrio entero. En la urbe viven mayoritariamente inmigrantes judíos llegados de la antigua Unión Soviética, Etiopía o países de Oriente Medio.
En Tamra, una localidad árabe del norte, un impacto directo en la casa de la familia Khatib mató a cuatro personas. “Fue una noche muy caótica. Encontramos restos de cuerpos esparcidos por la calle”, declaró a la CNN Mohamed Diab, voluntario de rescate de emergencias. En este poblado, solo el 40% de los habitantes tienen acceso a un refugio. Miembros de la minoría árabe de Israel denuncian que las autoridades no construyen suficientes zonas protegidas. “Tienen otras prioridades”, consideró el alcalde Musa Abu Rumi.
Tzvia cuenta a este diario la evolución de los refugios en el Estado judío. “En la guerra de independencia (1948) no existían, ponían sacos de arena en las plantas bajas”, recuerda. En la Guerra de los Seis Días (1967), había cuartos protegidos en la planta baja de los humildes edificios rectangulares construidos por todo el territorio. “Tenían paredes reforzadas, pero puertas normales”, prosigue. Sellaban ventanas con celofán, y los más jóvenes recibían nociones exprés de primeros auxilios.
En su apartamento de obra nueva en Tel Aviv, Tzvia valora que “ahora no tenemos que correr escaleras abajo con cada alerta”. Pero muchas zonas de la ciudad no tienen cuartos blindados, por lo que “se pide a la gente que se agrupe junto a las escaleras”.
En el barrio hipster de Florentine apenas hay dónde protegerse. Por ello, Julieta se mudó temporalmente a casa de una amiga en la vecina Givataim. En su barrio, su única protección es un parking subterráneo, a cinco minutos caminando. “Hay zonas con pocos refugios públicos, y están abarrotados. Hay quienes pasan noches de pie. En algunos, gente se tuvo que quedar fuera, mientras otros disponen hasta de cafetera”, denuncia.
Entre paredes de hormigón armado, unos pasan la noche enganchados a la radio, mientras otros se aferran a la sagrada Torá. Familias con niños improvisan juegos para calmar sus llantos. Muchos llegan con perros ladrando y gatos en shock. “Lo especial de un refugio público es la identificación mutua, el saber que no estás solo y otras personas lo experimentan contigo”, destaca Dori. Hay quienes aprovechan el contacto humano prolongado para flirtear.
“Aunque Tel Aviv es más cool , es de las ciudades con menos refugios”, prosigue Yair. Las estaciones de metro están abarrotadas de colchones y tiendas de campaña. “Irán no es una broma, y para el Estado somos daños colaterales”, lamenta. Con el espacio aéreo cerrado, algunos pagan 4.000 euros para huir en barco a Chipre. “No sé si era necesario hacer esto tras 20 meses de guerra, crisis económica e inestabilidad del Gobierno”, concluye. Según la inteligencia de EE.UU., Irán estaba a tres años de lograr armas nucleares.
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