Ramón Lluís Bande reconstruye la memoria de la imagen y el cine perdidos de la Guerra Civil en Asturias

El Festival de Gijón presenta ‘Retaguardia’, un deslumbrante y revelador documental-ensayo que devuelve a la vida las películas destruidas durante el conflicto Leer El Festival de Gijón presenta ‘Retaguardia’, un deslumbrante y revelador documental-ensayo que devuelve a la vida las películas destruidas durante el conflicto Leer  

Está convencido Ramón Lluís Bande, director por convicción y hasta vocación asturiano, que nada somos más allá de la memoria. Su anterior trabajo, ‘Vaca mugiendo entre ruinas’ (2020), que tomaba el nombre de una obra del pintor Nicanor Piñole, era básicamente un ejercicio de cine contra el olvido, contra la desmemoria de un tiempo convulso, contradictorio, brutal, algo extravagante y todo él preñado de utopías; un tiempo por fuerza pasado que hizo que durante apenas 54 días de 1937 el Consejo Soberano presidido por Belarmino Tomás proclamara la República de Asturias en plena Guerra Civil. Ahora, ‘Retaguardia‘, la deslumbrante hasta la revelación película recién presentada en el Festival de Gijón, completa con la anterior un díptico muy cerca del milagro empeñado en el ejercicio quizá imposible de reconstruir desde las cenizas de unas películas perdidas la memoria de ese lugar tan doloroso como decisivo, e inexplicablemente olvidado.

«Me parece increíble que en la España contemporánea nadie conozca, por ejemplo, a un personaje tan determinante como Belarmino Tomás. Ni a él ni al movimiento obrero que tuvo como referente el diario ‘Avance‘ y que convocó a su alrededor a la intelectualidad del momento», comenta el director no tanto como lamento, que quizá también, sino como desafío. Y hasta objetivo de vida. Retarguadia’ es un documental anómalo en el que lo que importa no es tanto la dureza de lo que ve como la certeza de lo que está. Su intención es traer a la luz (reconstruir en sentido genuino) las películas que registraron en el año 1937 los quehaceres y desastres de la guerra; fueron películas que existieron en formato de documental o de propaganda, con la intención de mostrar o de demostrar. Hay descripciones de ellas, datos sobre su presencia, pero nada más.

«La idea», comenta el cineasta, «es confeccionar una ilusión o dispositivo que active la memoria». Sobre la pantalla, las fotografía de Constantino Suárez (una parte mínima de las 9.000 instantáneas que componen su colección) sirve de escenario para la lectura pautada de los textos publicados en el diario ‘Avance‘ firmados por escritores y periodistas a reivindicar como Ovidio Gondi, Juan Antonio Cabezas o Juan Manuel Vega Pico. El juego que propone ‘Retarguardia‘ resulta fascinante por lo que tiene de inaudito. No se trata de simplemente ilustrar fotos detenidas en la oscuridad de un tiempo oscuro; tampoco de recuperar las crónicas de las hazañas y las heridas de un pasado nada glorioso y esencialmente herido. Aunque algo de las cosas haya. En verdad, lo que cuenta es «la tercera imagen», lo que la mirada del espectador construye con unos materiales tan lejanos y a la vez tan propios.

«Quiero creer», razona Bande, «en el fotograma como posibilidad cinematográfica». Y sin dar opción a réplica, continúa: «Me interesa trabajar el intervalo, consciente de que de la suma de dos fotos, una seguida de la otra, o de una voz y una imagen, una sobre otra, surge por fuerza algo nuevo». Pausa. «Es como si existiera entre los dos elementos una lucha dialéctica o de clases para ver cuál se impone». Y dicho esto, suelta una carcajada. No se trata así de jugar a la nostalgia, sino a desmontarla, desarmarla. La idea es dar vida a la foto que reposa en el archivo hasta convertirla en materia viva, actual y, por todo ello, polémica.

Un momento de 'Retaguardia'.
Un momento de ‘Retaguardia’.CONSTANTINO SUÁREZ

Si su trabajo anterior consistía, en la más estricta ortodoxia cinematográfica, en acoplar una narración a una sucesión de fotografías todas ellas irrenunciables y, a su modo, tremendas en su viveza, ahora la idea es a la vez más sofisticada y mucho más intuitiva, sensorial, o solo carnal. Como en ‘La Jetée’ de Chris Maker, se sale de la proyección de ‘Retaguardia‘ marcado por unas imágenes a la vez detenidas, y por ello muertas, y perfectamente vivas; imágenes que hablan del origen del cine sin renunciar a proponer otro cine completamente nuevo y revolucionario. Es un cine que escarba en la veta de la memoria como lo hacen los mineros antiguos en la del carbón, extrayendo de cada golpe de piqueta la posibilidad de una nueva vida al borde mismo de la muerte.

En un momento dado, ‘Retaguardia‘ se rompe y, entre el rigor de la propuesta aparentemente de pedernal, surge una cinta animada según los dibujos que Faustino Goico-Aguirre hiciera para ‘Avance‘ en el 37. En otra ocasión, y por primera vez, el hasta ahora inédito ‘Himno de las brigadas de choque’ cobra voz y luz de la mano de Nacho Vegas y Sara Muñiz. Lo que originalmente fue canción de guerra se transforma de golpe en nana de silencio para el estruendo. A su lado, la más convulsa, visceral y expresionista de las pinturas de Piñole se funde con los escombros de la fotografía del Cuartel de Simancas. Y no lejos, el viejo grupo gijonés de los 90 Intolerance mancha con un arrabatado y muy brillante anacronismo toda la película. Y así. Somos nuestro pasado.

El resultado es una película encendida para la memoria de un cine que se reclama rigurosamente nuevo desde la certeza de lo viejo, de lo común y de lo penosamente olvidado. Para Henri Bergson, más allá de la memoria en su acepción fisiológica más corriente (la de tener buena o mala) se encontraría lo que llamó memoria pura. En ella se haría presente lo esencial de la persona en cuanto ser espiritual. Y hasta carnal. Para el pensador francés el ser humano es precisamente y de forma muy singular «el ser que tiene memoria». A un lado la disquisición filosófica, lo que cuenta es la intuición. Somos, que diría Borges, ese quimérico museo de formas inconstantes. Somos, en efecto, nuestra memoria. Y de ello está tan convenido Romón lluís Bande que hace de ‘Retaguardia’ en concreto y de su cine en general un soberbio ejercicio de refutación contra el olvido.

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