Pucherazo

Confunde el PP el papel de la oposición con el de un dinamitero. Como si la aspiración legítima de desalojar cuanto antes a través de las urnas a Pedro Sánchez de la Moncloa equivaliese a tener patente de corso para cargar con explosivos cualquier pilar de la democracia española.

Seguir leyendo…

 Confunde el PP el papel de la oposición con el de un dinamitero. Como si la aspiración legítima de desalojar cuanto antes a través de las urnas a Pedro Sánchez de la Moncloa equivaliese a tener patente de corso para cargar con explosivos cualquier pilar de la democracia española.Seguir leyendo…  

Confunde el PP el papel de la oposición con el de un dinamitero. Como si la aspiración legítima de desalojar cuanto antes a través de las urnas a Pedro Sánchez de la Moncloa equivaliese a tener patente de corso para cargar con explosivos cualquier pilar de la democracia española.

En lugar de cortar las vías de aire que alimentan de oxígeno el búnker presidencial, algo que requiere un mínimo de paciencia, los populares detonan explosivos al tuntún, sin importarles cuanto puedan dañar las paredes maestras que mantienen en pie la credibilidad de las instituciones y la confianza de los ciudadanos en ellas.

El PP da muestras incomprensibles de preferir quemar el castillo a recuperarlo

La última carga de este tipo la ha detonado el PP para cuestionar la fiabilidad de las jornadas electorales en España. Lo han hecho poniendo en duda la validez de los recuentos a causa del voto por correo, dando pábulo a la teoría del pucherazo electoral practicado por los socialistas. Los barreneros han sido José María Aznar, Alberto Núñez Feijóo y, en menor medida, Mariano Rajoy.

Dicen bien quienes advierten en este modo de actuar la influencia del manual trumpista que sirve para negar la legitimidad del Ejecutivo ejerciente y también la del próximo, si los resultados de los futuros comicios no son los que la oposición espera. Comete el PP un doble error actuando de esta guisa. En primer lugar, aunque eso no parece no importar ya a nadie, porque colabora activamente en la espiral de desconfianza generalizada hacia la democracia en la que cada vez militan más ciudadanos. Queriendo ganar el partido lo que hace es destruir el terreno de juego, para entendernos.

Horizontal
Alberto Núñez Feijóo, conversando con José María Aznar, durante la manifestación convocada por el PP contra el Gobierno de Pedro Sánchez, el pasado 8 de junio en Madrid
Javier Lizón / EFE

Pero es que además, el PP se daña a sí mismo. En un momento en el que el Gobierno y el PSOE se enfrentan a una irreparable pérdida de credibilidad, los populares parecen dispuestos también a jugarse la suya al abrazar risibles teorías de la conspiración. Cuando más acorralado está el Gobierno, justo cuando el PP debe ser percibido como una alternativa seria, rigurosa y creíble, su líder, convoyado por dos de sus predecesores, se abraza a la teoría del pucherazo con las mismas pruebas que un terraplanista niega que nuestro planeta es un esferoide oblato.

Tiene el PP tanto –y además cierto– a lo que agarrarse para seguir laminando la capacidad de aguante del sanchismo que apuestas de este tipo resultan de lo más incomprensibles. Sobre todo porque por más que se empeñe el triunvirato Aznar-Rajoy-Feijóo y por más Leires Díez que aterrizasen enchufadas en Correos, el pucherazo en España resulta imposible tal y como se desarrollan nuestras elecciones. Extender por simple cálculo táctico, o más bien deberíamos decir por impericia, la sospecha de que algo así ha sucedido o pueda acontecer en el futuro inmediato no dice nada bueno de la confianza en ellos mismos.

La legislatura va a continuar su proceso acelerado de degradación. La sesión de control al Gobierno de ayer lo certifica de nuevo. El comportamiento tabernario ha llegado su zenit y el catálogo de insultos que proporciona el diccionario a los diputados está a punto de agotarse. Sólo nos queda por ver que sus señorías lleguen a las manos.

De aquí a la convocatoria de las elecciones lo que veremos será el intento repetido de la toma del castillo gubernamental. Catapultas vomitando fuego y acero contra las murallas defensivas y arietes golpeando las puertas de acceso por parte de los asaltantes. Desde el interior se responderá, mientras se pueda, lanzando desde las almenas aceite hirviendo y bandadas de flechas para repeler los ataques y resistir.

Es este un modo de batallar que pone en riesgo la propia estructura del castillo, que puede quedar tremendamente dañado por la contienda. Por eso al PP, por su propio interés pero también en beneficio de la institucionalidad que ha de preservar por si regresa al gobierno, le convendría más sitiarlo que procurar su asalto o minarlo. Apostar sus huestes alrededor de las murallas y esperar pacientemente el ahogo de quienes habitan la fortaleza. Hasta que el pañuelo blanco de la convocatoria de las elecciones se asomase por cualquier aspillera. Pero en lugar de eso los populares dan incomprensibles muestras de preferir quemar el castillo a recuperarlo. Prisas, necesidad de competir con Vox en radicalidad y falta de sentido de estado. Eso es lo que hay detrás de la irresponsable e innecesaria referencia al pucherazo en las elecciones.

 Política

Noticias Similares