Portugal Fashion se reinventa: más negocio, menos postureo

“Hay una bomba en el hotel, cabronazo”. Hace ahora 30 años, Portugal Fashion empezaba con un sonoro troleo. Una chanza telefónica que llenó el Sheraton de Oporto de artificieros de la policía en busca de un artefacto que, en realidad, ni era tal ni podía ser desactivado. El anónimo bromista se refería a otro tipo de material sensible, custodiado por un par de guardaespaldas en la suite presidencial de la planta 18 del hotel: la explosiva Claudia Schiffer. La supermodelo alemana fue, junto a la francesa Carla Bruni, la danesa Helena Christensen y la australiana Elle McPherson (segunda ola de aquellas tops que definieron el canon de belleza de los noventa), el lucido reclamo de la primera edición de una semana de la moda que quería plantarle cara a la pasarela de Lisboa, establecida cuatro años antes, en 1991: si en la capital se fardaba de diseño y glamur ―eran los días de gloria de Fátima Lopes, la Donatella Versace local, y la extravagante pareja Alves & Gonçalves—, al norte la ciudad del Duero sacaba pecho con la industria textil y el negocio de la confección, regados con los millones que entonces llovían de Bruselas. Tres décadas después, en la Portugal Fashion de Oporto todo ha cambiado para que todo siga igual.

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 La pasarela de Oporto sopla las velas de su 30 cumpleaños. En sus inicios desfilaron por ella Claudia Schiffer o Elle McPherson, y ahora lo hacen diseñadores con visión innovadora y sostenible bajo una nueva narrativa descentralizada, inmersiva y estratégica  

“Hay una bomba en el hotel, cabronazo”. Hace ahora 30 años, Portugal Fashion empezaba con un sonoro troleo. Una chanza telefónica que llenó el Sheraton de Oporto de artificieros de la policía en busca de un artefacto que, en realidad, ni era tal ni podía ser desactivado. El anónimo bromista se refería a otro tipo de material sensible, custodiado por un par de guardaespaldas en la suite presidencial de la planta 18 del hotel: la explosiva Claudia Schiffer. La supermodelo alemana fue, junto a la francesa Carla Bruni, la danesa Helena Christensen y la australiana Elle McPherson (segunda ola de aquellas tops que definieron el canon de belleza de los noventa), el lucido reclamo de la primera edición de una semana de la moda que quería plantarle cara a la pasarela de Lisboa, establecida cuatro años antes, en 1991: si en la capital se fardaba de diseño y glamur ―eran los días de gloria de Fátima Lopes, la Donatella Versace local, y la extravagante pareja Alves & Gonçalves—, al norte la ciudad del Duero sacaba pecho con la industria textil y el negocio de la confección, regados con los millones que entonces llovían de Bruselas. Tres décadas después, en la Portugal Fashion de Oporto todo ha cambiado para que todo siga igual.

“La creatividad, la moda propiamente dicha, está bien, pero nosotros consideramos que la parte del negocio tiene que estar mucho más presente, también para que la diferencia con lo que pasa en ModaLisboa sea muy clara. Por eso queremos una mayor proximidad entre industria y diseñadores, atraer e involucrar a agentes innovadores, startups tecnológicas y emprendedores que aporten respuestas a las actuales demandas de sostenibilidad, trazabilidad y comercio digital, conectándolo todo”, explica a EL PAÍS Carlos Carvalho, presidente de la Asociación Nacional de Jóvenes Empresarios (ANJE) portuguesa. Socio y director general de Adyta (una rama de la Universidad de Oporto especializada en ciberseguridad), este ejecutivo de 41 años alcanzó la jefatura de la entidad que puso en pie Portugal Fashion en julio de 2024, tras unos meses convulsos en los que la organización, con presencia en todo el país, se vio salpicada por un escándalo de corrupción a propósito de los fondos europeos de desarrollo regional que recibía y con los que financiaba en parte una pasarela cuyo coste ronda los 900.000 euros por edición. Entre eso y que tuvo volver a salir a concurso público para acceder al Programa Operativo para la Competitividad e Internacionalización Compete 2030, la plataforma portuense ha estado casi dos años sin celebrarse (la última vez, hasta la fecha, en octubre de 2023).

“Para hacerlo mal, era mejor no hacerlo”, aduce Carvalho, que tercia de inmediato: “La nuestra es una política pública de apoyo al emprendimiento que el Gobierno central no puede asumir. Como asociación sin ánimo de lucro, nuestra financiación depende en gran medida de los fondos de desarrollo europeos, que tenemos que repartir entre los compromisos que hemos adquirido”. De ahí la necesidad acuciante de seguir buscando nuevos socios estratégicos en el ámbito privado con los que establecer relaciones de larga duración. Hay mucho capital disponible con voluntad de invertir y nosotros tenemos la capacidad de ofrecer soluciones a las necesidades de las empresas de moda de todo el mundo”. Las palabras del joven empresario encuentran eco en las de Mónica Neto, la infatigable directora de Portugal Fashion desde 2018: “Regresamos justo a tiempo para celebrar nuestro pasado, pero sobre todo para apostar por el futuro. Queremos seguir siendo un motor de transformación para la creación indumentaria portuguesa, vinculando diseñadores, industria y territorio con visión innovadora y sostenible. Creemos en el poder de la moda como fuerza económica y cultural, capaz de proyectar Portugal al mundo”.

Elle McPherson en la Portugal Fashion en una foto de archivo cedida por la organización.

Rebautizada Portugal Fashion Experience, la (ya no solo) pasarela de Oporto soplaba las velas de su 30 cumpleaños este jueves 10 de julio, en la sede de ANJE que la vio nacer aquel 28 de julio de 1995 y con el actual secretario de Estado de economía luso, João Rui Ferreira, como testigo. Carvalho se dirigió a él para recordarle que, a pesar de ser el último bastión europeo de la producción textil de proximidad —con un volumen de facturación anual estimado en 8.000 millones de euros, al que contribuyen tanto las grandes firmas de lujo como los gigantes del gran consumo internacionales, pasando por todo tipo de creadores independientes y etiquetas de precio medio—, el país sigue sin estar preparado para conseguir que sus propias marcas prosperen. “Necesitamos cambiar de mentalidad y valorar lo nuestro. Tenemos una industria de mucha tradición, pero en términos locales no hay rentabilidad. ¿Cómo es posible que vayas a un centro comercial aquí y apenas encuentres un par de marcas portuguesas?”, expone el presidente de ANJE (y vicepresidente además de la Federación Iberoamericana de Jóvenes Empresarios), que, sin ofrecer una fórmula mágica, señala como posibles soluciones trasladar la misma excelsa calidad con la que se confecciona para etiquetas foráneas a las lusas y formar a las próximas generaciones de creadores también como empresarios con visión de negocio desde el principio en las escuelas.

Una modelo de Marques'Almeida desfila en una quinta de la ribera del Duero lusa entre viñedos.

El plan pasa igualmente por reinventar la semana de la moda portuense, que a partir de ahora tendrá una sola convocatoria anual (en julio), a celebrar en distintos escenarios. Una nueva narrativa “descentralizada, inmersiva y estratégica” para contar Portugal Fashion Experience como plataforma nacional de innovación, negocios y comunicación. El capítulo inicial de esta experiencia se escribió así la semana pasada, entre el nodo industrial formado por las localidades de Matosinhos, Famaliçao y Gondomar y la propia Oporto, cuyo Museo do Carro Eléctrico acogió el grueso de unos desfiles que comenzaban entre viñedos, en plena Ribeira do Douro, con colección primavera/verano 2026 del dúo Marques’Almeida, primer espada del diseño portugués para el mundo.

Diseño de Ernest W. Baker, que hace instalaciones en lugar de desfiles 'ad hoc'.

Le siguieron las presentaciones de Ernest W. Baker, otra dupla de éxito global merced a ese dandismo retrofuturista por el que se pirra Pharrell Williams; David Catalán, el riojano afincando en Oporto que sigue en racha con una línea masculina mucho más sofisticada y formal que de costumbre; Hugo Costa y la entente Arieiv x Lo Siento, cómodamente instalados en las aesthetics zeta; Davii y su juego de volúmenes en piel y tejidos tecnológicos; Estelita Mendoça, superado ya su papel/cliché de enfant terrible del vestir portugués con un ejercicio de reciclado textil de calado político (esos pañuelos palestinos antiguos usados para construir varias camisas y camisetas no estaban ahí por casualidad), o Pé de Chumbo, la firma de Alexandra Oliveira, que apeló al espíritu fadista para sublimar un trabajo artesano de filigrana textil de cuyo secreto se ha beneficiado por ejemplo Dior en no pocas ocasiones.

Tres modelos del diseñador español David Catalán, afincado en Oporto.

Se sintieron las ausencias, eso sí, de algunos pesos pesados habituales, como Alexandra Moura (refugiada como directora creativa de la línea de difusión propia de la tienda a multimarca Fashion Clinique), el español Huarte (que ha saltado de Salsa, el gigante vaquero luso, a integrarse en el equipo de diseño de Adolfo Domínguez, descontinuando en el proceso su firma homónima), Diogo Miranda (dedicado solo a novias y confección a medida) o la veterana Katy Xiomara.

Un modelo de Estelita Mendoça, que en esta colección presentada en la Portugal Fahion ha utilizado pañuelos palestinos antiguos como declaración política.

Para el caso, por muy renacida que vuelva, Portugal Fashion no olvida el objetivo que le ha dado sentido en los últimos años: la internacionalización de sus marcas y creadores. Las presentaciones estacionales (primavera/verano y otoño/invierno) las reservará ahora para desfilar en París, Londres y Milán, al tiempo que abre de nuevo su plataforma a diseñadores foráneos que quieran encontrar en Portugal ese productor de confianza. Una invitación ventajosa que ha hecho que regresen por sus fueros las fuerzas vivas del joven diseño africano apoyadas por el programa Canex y ha logrado sumar por primera vez un par de etiquetas de Arabia Saudí, en colaboración con la Saudi Fashion Association, tendiendo un estratégico puente comercial entre Europa y el mercado de Oriente Medio.

Una modelo de la firma africana Nkwo.

“Los negocios son los que siempre han movido el mundo y han hecho evolucionar las sociedades”, aduce Carvalho. “Podemos tener grandes diferencias culturales, pero lo interesante es sentarse a la mesa, hablar, compartir y encontrar quizá la unión en la diferencia. Nosotros estamos por la colaboración, nunca por la confrontación, que de eso ya hay demasiado en el mundo”.

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