Estaba un señor parecido a Donald Trump en un restaurante de comida rápida, casualmente llamado Trump, zampándose golosamente una hamburguesa, cuando lo descubrió un corresponsal que, por supuesto, intentó ponerle un micrófono. Doscientos guardaespaldas se abalanzaron sobre él. Unos le gritaban “al suelo”, otros le apuntaban con su pistola, otros le retorcieron dolorosamente los brazos, hasta que Trump sintió esa humanísima pena que siempre le damos los periodistas y ordenó a sus cancerberos:
Estaba un señor parecido a Donald Trump en un restaurante de comida rápida, casualmente llamado Trump, zampándose golosamente una hamburguesa, cuando lo descubrió un corresponsal que, por supuesto, intentó ponerle un micrófono. Doscientos guardaespaldas se abalanzaron sobre él. Unos le gritaban “al suelo”, otros le apuntaban con su pistola, otros le retorcieron dolorosamente los brazos, hasta que Trump sintió esa humanísima pena que siempre le damos los periodistas y ordenó a sus cancerberos:Seguir leyendo…
Estaba un señor parecido a Donald Trump en un restaurante de comida rápida, casualmente llamado Trump, zampándose golosamente una hamburguesa, cuando lo descubrió un corresponsal que, por supuesto, intentó ponerle un micrófono. Doscientos guardaespaldas se abalanzaron sobre él. Unos le gritaban “al suelo”, otros le apuntaban con su pistola, otros le retorcieron dolorosamente los brazos, hasta que Trump sintió esa humanísima pena que siempre le damos los periodistas y ordenó a sus cancerberos:
-Si está desarmado, respeten su libertad de informar. Seguro que busca la verdad. Dígame, joven: ¿qué quiere usted saber de este modesto presidente, solo elegido por 70 millones de votos?
-Gracias, señor presidente. Solo pretendo conocer las impresiones del hombre más votado de la historia el día después de las elecciones. En mi periódico serían muy valoradas.
-Me suena su acento. Usted es extranjero, ¿verdad?
-Sí, señor, español. Español de España, no sé si me entiende. Nuestro ministro de Exteriores acaba de decir que Estados Unidos es el aliado natural de Europa.
-Querrá decir que Europa es la aliada natural de Estados Unidos, pero hasta que me vuelva a sentar en el Despacho Oval no diré una palabra sobre relaciones internacionales. Únicamente que estoy muy satisfecho de cómo han celebrado mi éxito algunos patriotas europeos, como la señora Meloni, o los señores Orban, Wilders y Abascal. Con esos ilustres líderes sí podemos hacer grandes alianzas. Sin descartar, por supuesto, a Putin, que cuando termine de reconquistar ese territorio ruso, ¿cómo se llama?
-Ucrania, supongo.
-¡Ah, sí, Ucrania! Cuando termine de reconquistar Ucrania, será aún más europeo. Dios me ha elegido entre los 330 millones de habitantes de mi país para salvar América. Confío en que Dios hará lo mismo con estos patriotas para salvar a sus naciones, que viven tiempos de oscuridad y decadencia. A todos nos espera una era de grandeza que usted, por su edad, tendrá el privilegio de vivir.
-¿Entonces se considera usted líder de esos dirigentes, que en Europa no suponemos precisamente demócratas?
-Mi liderazgo es personal. Quiero decir que es mío, porque soy un adelantado. Pero es, sobre todo, de quienes saben palpar como yo las causas de la indignación social. Mire usted: no se pueden abrir puertas a cientos de miles de expulsados de sus países que quitan el trabajo a nuestra gente y muchos son homosexuales, asesinos o ladrones. No se puede permitir que comunistas como Kamala impidan el desarrollo de la nación. No se puede admitir que los jóvenes sean pasto de la droga y otras formas de destrucción masiva. Esa es la revolución que tendré el honor de encabezar. El honor y la gloria.
-No creo que nuestro presidente, Peter, perdón, Pedro Sánchez, coincida con su diagnóstico ni con sus remedios.
-¡Allá él! He leído declaraciones suyas muy críticas conmigo, pero no les doy importancia: mis asesores me dicen que míster Sánchez cambia con frecuencia de opinión. También me hablan de sus mentiras, pero tampoco importa. Mire mi caso: un periódico contabilizó miles de supuestas mentiras que yo había dicho en mi primer mandato, y aquí me tiene: con más votos que hace ocho años. La verdad no es la que dicen ustedes. La verdad es la que decimos los elegidos. Y por cierto: ¿cómo va esa catástrofe de Valencia? He leído que la llaman apocalipsis …
-Es que el balance de víctimas y de pérdidas económicas es desastroso; el peor del siglo.
-Me interesó esa noticia, porque aquí sufrimos desastres naturales todos los años. Pero funcionan las alertas, los huracanes arrasan todo, pero no se pierden tantas vidas. Me han dicho, por cierto, cosas que me sorprenden. Por ejemplo, que su presidente de gobierno se acercó con el rey a los lugares devastados y tuvo que huir de la ira popular. No me sorprende esa agresividad: no se puede dejar a la gente sin esperanza cuando ha perdido todo y se siente abandonada por los poderes públicos. Y permítame que le diga algo: he visto fotos del rey y de la reina en medio de la bronca popular. Yo no sé bien qué es un rey, pero al suyo y a su esposa hay que reconocerles su valor. Si yo fuese español, hoy sería monárquico.
-Ya que está siendo tan generoso, permítame una última cuestión: ¿sabe que el Gobierno español culpa a la extrema derecha, supuestamente seguidora de Donald Trump, de esos incidentes?
-Estoy acostumbrado a esas acusaciones. Quizá por ellas nuestras ideas triunfan en el mundo. Estamos comenzando una nueva revolución, querido amigo: la nuestra.
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