I’m starting with the man in the mirror
“En individuales me sentía mentalmente vacío; hablé conmigo mismo e hice el cambio”, dice el campeón de Roland Garros, astro del tenis en dobles
I’m starting with the man in the mirror
Man in the mirror, Michael Jackson
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Entrevisté a Marcel Granollers (39) hace muchos años. Me estoy remitiendo al siglo pasado.
Marcel Granollers era entonces un niño tenista de diez años, era mucho más pequeñajo que yo, pero ahora es él quien me mira desde su atalaya de 1,91m, ya no es el niño que se fue de casa con la mochila cargada de ilusión, y cada vez que le recuerdo aquel episodio, el de nuestro lejano encuentro en el siglo XX, sonríe y, educadamente, me dice que no con la cabeza.
–No lo recuerdo, lo siento…
Lo entiendo, lo acepto y lo metabolizo pues de entonces a ahora han pasado casi treinta años, y hoy el hombre es un fenómeno del tenis, y me pregunto cuántas entrevistas habrá concedido en su vida, a cuántos periodistas, en cuántos escenarios diferentes.
(Sin ir más lejos, algunos de nosotros le estuvimos persiguiendo hace unas pocas semanas, cuando se adjudicaba el título de Roland Garros en dobles junto a Horacio Zeballos: su primer Grand Slam).
–¿Por qué los cronistas no le damos más bola al cuadro de dobles? –le pregunto, como si la respuesta estuviera en su mano, y no en la mía…
–Hombre, los aficionados quieren ver a los grandes nombres del cuadro de individuales. Y en la televisión, honestamente, no se transmiten muchos partidos de dobles, ¿no? Los doblistas estamos en una segunda línea. Pero en según qué torneos sí que puedo sentir mucho apoyo.
–¿En dónde?
–En Estados Unidos nos viene a ver mucha gente. Su cultura del tenis es otra.
Me da por pensar en los hermanos Bryan, en las hermanas Williams, en McEnroe y Peter Fleming, en Navratilova y Pam Shriver…
Mis padres ya iban a ver rondas de la Davis en alguna ciudad de España antes de que me profesionalizara”
Marcel GranollersTenista
Marcel Granollers había decidido centrarse en los dobles en el 2019. Llevaba tiempo atascado en el cuadro individual. Atrás habían quedado sus mejores años, aquel 2012 en el que entraba en el Top 20 (fue 19.º ATP). Ahora se dejaba la vida por entrar en el Top 100.
–Pero no me puedo quejar de lo que logré, ¿eh?
–¡Desde luego que no!
–Lo que pasa es que estaba mentalmente desgastado. Empezaba a sufrir. Me sentía vacío y no encontraba el nivel que había tenido antes. Hablé conmigo mismo y entendí que ya había pasado mi mejor momento en individuales y el dobles me daba aire fresco.
–Pasar al dobles, ¿le supuso un cambio muy radical?
–A ver, en realidad ya llevaba un tiempo combinando ambos cuadros. Pero en general, la preparación es distinta. En el individual los puntos son más largos, necesitas más físico para aguantar los peloteos. En el dobles, los puntos son muy rápidos, debes ser muy veloz en la red y hábil en la volea. Y cuando restas, debes ser muy preciso. Si eres normalito, no sirves.
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–El profano ve vertigo en los dobles, cree que ha habido fortuna en una volea.
–De fortuna, nada. Nos entrenamos en situaciones de reacción. Aunque parezca que ha habido suerte, los movimientos son muy rápidos, sin tiempo para pensar. La estrategia está predeterminada.
Mientras le escucho, reviso su biografía ATP. Ha ganado treinta títulos en dobles, ha sido número 1 en el 2024 y ahora que arranca Wimbledon es el séptimo.
(En su debut, él y Zeballos se miden a la pareja Kecmanovic-Mies).
–¿Y cómo se gestiona una pareja de dobles en los malos momentos?
–Con todos mis compañeros la relación ha sido magnífica. Ninguno tiraba reproches, todos entendemos que cada uno está interesado en que las cosas salgan bien y esa es la base, el respeto. Cuando pierdes eso, las cosas no salen. Yo también puedo tener un día mal y quiero que mi compañero lo entienda. No somos robots.

Christophe Petit Tesson / EFE
–¿Y cómo lo lleva con Gerard, su hermano, que es su entrenador?
–En el momento de trabajar sabemos separar el hecho de que somos hermanos. Gerard me conoce mejor que nadie, sabe cómo puedo mejorar.
–Me imagino a ustedes dos de críos, en la sobremesa, con el tenis acaparando las conversaciones…
–Bueno, a mis padres no les importa. Ya iban a ver cualquier eliminatoria de la Davis en alguna ciudad de España antes de que yo me profesionalizara. Son ellos quienes nos metieron en esto.
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