Los “aranceles antichinos” de Trump golpean a los aliados de EE.UU. en Asia

El mazazo arancelario largamente anunciado por Donald Trump para castigar a los exportadores chinos ha aterrizado esta mañana en la cabeza de los más estrechos socios asiáticos de Estados Unidos. La conmoción es palpable en Tailandia, Corea del Sur y Japón, todos ellos unidos a EE.UU. con un tratado de defensa mutua, que han visto como Washington incrementaba los gravámenes a sus exportaciones en un 37%, 25% y 24%. Una carga algo menos mala, 17%, para Filipinas, de regreso al redil estadounidense con Ferdinand Marcos II. 

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 El castigo más duro es para Indochina, con tasas de más del 44% para Vietnam, Camboya, Laos y BIrmania  

El mazazo arancelario largamente anunciado por Donald Trump para castigar a los exportadores chinos ha aterrizado esta mañana en la cabeza de los más estrechos socios asiáticos de Estados Unidos. La conmoción es palpable en Tailandia, Corea del Sur y Japón, todos ellos unidos a EE.UU. con un tratado de defensa mutua, que han visto como Washington incrementaba los gravámenes a sus exportaciones en un 37%, 25% y 24%. Una carga algo menos mala, 17%, para Filipinas, de regreso al redil estadounidense con Ferdinand Marcos II. 

China, objetivo de las iras de Trump durante la campaña, cargará con una tasa suplementaria del 34%. No mucho mejor que el 32% aplicado a Taiwán. Aunque la República Popular ya había sufrido dos rondas previas de aranceles, en ambos casos del 10%, en los dos meses previos. 

El auténtico terremoto, sin embargo, lo sufre Indochina. En algunos casos se suma al seísmo literal de la semana pasada, con aranceles del 44% para Birmania. Más sorprendente aún son los gravámenes dedicados a Laos (48%), Camboya (49%) y Vietnam (46%). Estos dos últimos, en especial, se habían postulado como destinos de elección para deslocalizaciones de producción de empresas occidentales, japonesas y coreanas a raíz de la pandemia. Los incentivos para salir de China, bajo Joe Biden, luego atenuados bajo el eslogan de China+1, quedan así vapuleados y desacreditados. En la misma línea, Bangladesh, también emporio textil, pasa a ser gravado con un 37%, frente al  29% de Pakistán y el 26% de India. Malasia e Indonesia, por su parte, sufren un 24% y un 32%, respectivamente. 

En Tailandia (36%), Corea del Sur (25%) y Japón (24%) sabían que estaban en la diana porque Donald Trump ya ni siquiera escondía que de lo que se trataba era de reequilibrar a las bravas su balanza comercial, particularmente con los países asiáticos industrializados. No con cualquier política industrial o potenciación de la enseñanza en áreas estratégicas, sino con proteccionismo puro y duro. 

De este modo, Donald Trump vuelve a lanzar por la borda, quizás de forma definitiva, dos siglos de políticas estadounidenses librecambistas -por las buenas o por las malas- que en Asia empezaron con la arribada del comodoro Perry al puerto de Yokohama, en 1853, para abrir el hermético mercado japonés a cañonazos. 

La preocupación es grande entre los fabricantes surcoreanos de coches, eléctricos, o no, como Hyundia y Kia. Pero es aún mayor entre los fabricantes de automóviles japoneses, híbridos o no, como Nissan, Toyota, Mitsubishi o Mazda, sumidos en su propia crisis de reconversión y tentativas de fusión, en parte por sus malos resultados en China. Algunos de ellos, en todo caso, ya han dicho que no trasladarán la subida de precio al consumidor estadounidense. Tal vez sean los únicos, en lo que algunos prevén como un big bang inflacionario en el país de las barras y las estrellas. 

Esta nueva sacudida ha llevado al índice Nikkei de las bolsas japonesas a perder más de 1.000 puntos y un 3%, acumulando pérdidas de un 7% en una semana. En contraste, la bolsa de Shanghai se ha contraído apenas un 0,24% (0,89% en una semana), en una muestra de confianza sobre la capacidad de absorción del golpe por parte del mercado chino. Las dos rondas anteriores de aranceles, que sumaron un 20% en el espacio de pocas semanas, obtuvieron una respuesta decidida de las autoridades de Pekín, enfocada allí donde más duele entre los apoyos corporativos y sociológicos de Trump. 

Salen chamuscados, pero salvándose de la quema, Singapur, Australia y Nueva Zelanda, con aranceles estadounidenses del 10%. 

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