Lindsay Lohan, quiero tu cara perfecta

Muchas ‘celebrities’ revelan el nombre de sus dermatólogos y cirujanos. Los retoques estéticos han dejado de ser algo vergonzante Leer Muchas ‘celebrities’ revelan el nombre de sus dermatólogos y cirujanos. Los retoques estéticos han dejado de ser algo vergonzante Leer  

En mi grupo de íntimas tenemos una nueva obsesión: Lindsay Lohan. No la chica mala, no el icono dosmilero, no el ave fénix redimida. Lo que nos fascina es su nueva cara perfecta. Ella, que fue sinónimo de noches salvajes, luce hoy una piel sana; un rostro joven pero no retocado en exceso; unas facciones bellas pero no clónicas. Lindsay Lohan, queremos tu cara.

Hace unos meses, mostró al mundo quién está detrás del rostro que envidiamos, posando para redes con su dermatóloga. No es la única. Kris Jenner, matriarca del clan Kardashian, ha dado prolijos detalles sobre el cirujano que ha rejuvenecido su cara y su hija Kylie se ha explayado sobre su aumento de pecho (talla, copa, tipo de prótesis).

«El mito del Pigmalión se ha invertido», resumía un reciente artículo del New York Times. «Es el último paso de un largo proceso. Hubo un tiempo en que los cosméticos se consideraban engañosos. Lo mismo ocurría con teñirse el pelo. Incluir los nombres de los médicos y los detalles quirúrgicos es la última frontera: se cruza el límite entre reconocer un embellecimiento superficial y temporal, y admitir una reconfiguración permanente y tecnológica, con menciones orgullosas a los Pigmaliones responsables».

Soy consciente de que ahí asoman los males de nuestro tiempo. Es la sociedad exhibicionista. Patrocinada. Consumista. Lo explica Zygmunt Bauman en Generación líquida: «La cultura de la sociedad de consumo se rige por el precepto ‘si puedes hacerlo, debes hacerlo’. No aprovechar las oportunidades disponibles para mejorar el aspecto del cuerpo se plantea como algo despreciable».

Pero, por otra parte, luchar contra el declive del propio cuerpo no parece un problema actual, sino algo sumamente humano (ya lo intentó Dorian Grey, aunque la cosa acabó mal). Así que poder gritar quién ha obrado el milagro suena a liberación.

Lejos han quedado aquellos tiempos en que una solo hablaba de sus intervenciones estéticas para llorarlas o negarlas. Victoria Beckham lamentando su aumento de pecho. Jane Fonda renegando de su lifting. Renée Zellweger negando lo evidente (arreglos que salieron mal y que todos nos lanzamos a diseccionar).

Hoy los retoques han dejado de ser algo vergonzante. He leído en The New Yorker el hilarante testimonio de una escritora enganchada al bótox y en The Times, el relato en primera persona de un lifting. Todos estamos o estaremos ahí. (Al menos, en el dilema de frenar el paso del tiempo o no). Y está bien que no haya que ocultarlo. Que hablemos de ello. Que alguien haya escrito: «Cuando el bótox hace efecto, te sientes tan bien…».

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