La orfandad del barcelonismo

La lesión muscular de Pedri tras encadenar 49 partidos intensifica el estado de ánimo melancólico del FC Barcelona, donde nunca fue tan apremiante que la pelotita entre. Pedri venía trasmitiendo sobre el campo esa sensación de querer y no poder, de correr más en balde que nunca . El canario parecía un cirio que se va consumiendo y no alcanza a iluminar al equipo. La buena noticia es que la Liga se gana los últimos diez partidos y hay margen de mejora siempre y cuando el equipo recupere efectivos y no siga aumentando la enfermería. Menos mal que la ausencia en el Mundialito iba a permitir una preparación física a prueba de lesiones…

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 La lesión muscular de Pedri tras encadenar 49 partidos intensifica el estado de ánimo melancólico del FC Barcelona, donde nunca fue tan apremiante que la pelotita entre. Pedri venía trasmitiendo sobre el campo esa sensación de querer y no poder, de correr más en balde que nunca . El canario parecía un cirio que se va consumiendo y no alcanza a iluminar al equipo. La buena noticia es que la Liga se gana los últimos diez partidos y hay margen de mejora siempre y cuando el equipo recupere efectivos y no siga aumentando la enfermería. Menos mal que la ausencia en el Mundialito iba a permitir una preparación física a prueba de lesiones…Seguir leyendo…  

La lesión muscular de Pedri tras encadenar 49 partidos intensifica el estado de ánimo melancólico del FC Barcelona, donde nunca fue tan apremiante que la pelotita entre. Pedri venía trasmitiendo sobre el campo esa sensación de querer y no poder, de correr más en balde que nunca . El canario parecía un cirio que se va consumiendo y no alcanza a iluminar al equipo. La buena noticia es que la Liga se gana los últimos diez partidos y hay margen de mejora siempre y cuando el equipo recupere efectivos y no siga aumentando la enfermería. Menos mal que la ausencia en el Mundialito iba a permitir una preparación física a prueba de lesiones…

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Pedri, durante el partido entre el FC Barcelona y el Real Madrid 
David Ramos / Getty

Hoy por hoy, el Barça se desenvuelve bajo el síndrome de la orfandad. Los pilares de la autoridad andan extraviados. Nadie sobre el césped asume el papel antipático del encargao , el tipo que repartía broncas en las obras y los talleres cuando algo no funcionaba. Se veía venir el domingo en el Bernabéu la derrota –con riesgo incluso de goleada– y nadie parecía rebelarse. Mucha conformidad y ningún líder espiritual. Pese a su mal partido, Lamine Yamal trató, en la segunda parte, de agitar la cosa. Buen detalle de inconformismo aunque nada le salió bien (por cierto, suerte que Gerard Piqué quiere lo mejor para el Barça porque eso de echar al pipiolo a los micrófonos en vísperas del clásico…).

Nadie espabila a los compañeros en el campo, Flick está como ausente y Laporta calla (estadio obliga)

La auto expulsión de Hansi Flick carece de importancia, salvo en lo que respecta a una reputación intachable. Hombre inteligente, sabe seguro que su error agravó los aires de huerfanitos de la caridad en el Bernabéu. La plantilla necesita un padre sosegado hoy más que nunca.

La tercera pata de la orfandad del Barça es, naturalmente, la presidencia, sobre todo con el modelo personalista de Joan Laporta y diez más (bueno, dejémoslo en su cuñado y tres o cuatro amigos). La construcción del nuevo estadio se ha convertido en una bomba de relojería. Todo es confuso, sospechoso e inquietante y, al mismo tiempo, prometedor, lo que permite ganar tiempo al presidente.

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Joaquín Luna

El último intento de que nada parezca lo que es suena a charlotada: apertura del nuevo estadio con 27.000 espectadores el 7 de noviembre -viernes laborable, en horario matinal– ¡para presenciar un entrenamiento! Hombre, si al menos fuese un amistoso contra la selección de la RD Congo siempre se podría invitar al arzobispo Omella para una bendición solemne de las instalaciones…

El culebrón del estadio impide a la presidencia ejercer la autoridad cuyas palabras serenan y dan optimismo. De inyectar expectativas sabe mucho el presidente del Barça. Lástima que no sea ahora, en plena crisis de orfandad. Y juego.

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