Juan Avellaneda es hoy uno de los diseñadores más reconocidos del panorama español. Figura habitual en los medios, referente de estilo y amigo cercano de celebridades como Tamara Falcó o Nieves Álvarez. Pero detrás del brillo, hubo años de ansiedad, crisis y silencios incómodos que lo empujaron —literalmente— al límite.
Antes de triunfar en la moda, compaginó la banca con estudios en Londres hasta que un cáncer lo obligó a parar y cambiar de vida
Juan Avellaneda es hoy uno de los diseñadores más reconocidos del panorama español. Figura habitual en los medios, referente de estilo y amigo cercano de celebridades como Tamara Falcó o Nieves Álvarez. Pero detrás del brillo, hubo años de ansiedad, crisis y silencios incómodos que lo empujaron —literalmente— al límite.
“No estaba haciendo lo que me hacía feliz”, reconoció el diseñador en su entrevista en Y ahora Sonsoles, donde presentó su novela Flashing Lights. A los 26 años, cuando aún trabajaba en banca y estudiaba moda en Londres durante sus vacaciones, su cuerpo comenzó a enviarle señales. “Los domingos me entraba como un agobio y casi que me ponía a llorar. Sergio siempre me decía: ‘Esto no puede ser’”.

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Poco después, la realidad lo frenó en seco: le diagnosticaron un cáncer testicular. “Se somatizó absolutamente”, afirma. Aquello lo obligó a parar, revisar su vida, tomar decisiones y —sobre todo— elegir. Eligió dedicarse a la moda. Y eligió vivir a su manera.
Una doble vida
Banquero de día, diseñador de noche
Formado en Administración y Dirección de Empresas, Juan comenzó su carrera en banca, donde trabajó en imagen y relaciones institucionales. Pero en paralelo, y casi en secreto, estudiaba moda en Londres. “Era un poco locura todo. De noche era una persona y de día era otra”, recuerda. También diseñaba para firmas como marca blanca, hasta que por fin creó la suya: Avellaneda.
“Yo creo que una somatización de eso fue cuando estaba en el banco”, explicó al hablar de sus años más oscuros. El estrés, el autoengaño y la desconexión entre su trabajo y su vocación pasaron factura.
Cáncer, herencia familiar y tabú masculino
El cáncer llegó como una llamada de atención: su cuerpo hablaba lo que él no se atrevía a decir en voz alta
El diagnóstico llegó en forma de una caída. “Me desmayé en un avión. Me desperté en el hospital. Fue como una señal”. Y aunque logró superarlo, el miedo volvió años después, cuando en una revisión encontraron bultos en la zona. Esta vez no eran malignos, pero decidió someterse a controles periódicos. En enero, un nuevo susto lo llevó a pasar una semana ingresado por problemas pulmonares.
Se somatizó absolutamente”
Juan Avellaneda, de la banca a la moda
El cáncer no es nuevo en su familia. Su madre, su padre y su abuelo también lo han sufrido. Pero si hay algo que le remueve especialmente es el silencio que rodea al cáncer masculino. “Es tabú. A muchos hombres les afecta en su ‘hombría’. Y esto es tan antiguo…”, lamenta. “Te funciona todo igual. Y si no, te has salvado. Es lo importante”.
Por eso aceptó hablar públicamente de su experiencia en colaboración con la Asociación Española Contra el Cáncer. Al principio lo dudó: “Es como muy íntimo”. Pero lo hizo. Y recibió una avalancha de mensajes. “Me escribió muchísima gente, sobre todo madres. Me decían: ‘Mi hijo tiene esto y no sabemos cómo gestionarlo’”.
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Tras todo ese proceso, Juan tiene clara una cosa: “Tienes que hacer lo que te apasiona y te gusta”. Su libro Flashing Lights, una novela cargada de verdades disfrazadas de ficción, narra precisamente eso: el mundo de las luces y las sombras de la moda, las presiones, los egos y las relaciones. Y también es un homenaje a su pareja, Sergio, a quien dedica las primeras líneas: “Gracias por sostenerme en los días nublados y celebrar conmigo los que brillan”.
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