José Ignacio Villamariel, Nacho, es un viudo de 77 años que ha vivido una situación insólita y más común en los últimos tiempos de lo que podría parecer: su última pareja le ha estafado casi 10.000 euros. Un asunto que no tendría mayor trascendencia -aparte del delito económico- de no ser porque su presunta ex pareja estaba diseñada por inteligencia artificial y, en realidad, no existe.
El hombre, que acababa de sufrir una grave depresión, inició una relación sentimental con esta presunta mujer
José Ignacio Villamariel, Nacho, es un viudo de 77 años que ha vivido una situación insólita y más común en los últimos tiempos de lo que podría parecer: su última pareja le ha estafado casi 10.000 euros. Un asunto que no tendría mayor trascendencia -aparte del delito económico- de no ser porque su presunta ex pareja estaba diseñada por inteligencia artificial y, en realidad, no existe.
Nacho se enamoró perdidamente de Ainur, una mujer de 43 años y presuntamente natural de Kazajistán, donde trabajaba como médico auxiliar en una clínica; tras conocerla a través de una red social de contactos. Amable, guapa y divertida, era la mujer perfecta.

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El hombre ha acudido a Espejo Público para contar su historia, donde ha admitido que fue muy sencillo engañarle después de haberse quedado viudo. “Venía de pasar una depresión muy fuerte”, le reconoció a Susanna Griso, confesando que la muerte de mujer le dejó en un estado muy vulnerable.
Sin embargo, sus amigos le animaron a conocer gente nueva y fue así como comenzó a apuntarse a agencias de contactos. Un buen día, recibió un correo de Ainur. “Me hizo sospechar ligeramente el hecho que ella dijera ‘soy real’. Pero para mí era como un bálsamo”.

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Siempre quedaban dentro del horario laboral de Ainur, con una farsa muy bien elaborada a través de correo electrónico, con mensajes personalizados por parte de los estafadores para Nacho en una historia perfectamente diseñada para que durase a largo plazo. “Yo esperaba los fines de semana como un colegial que me mandara correos”, admite Nacho. “Me contaba lo que hacía con el papá, la mamá“”.
Tras varios meses, Ainur le dice a Nacho que va a ir a España, para lo que le pide dinero. Nacho se ofrece a viajar, pero ella le corta alegando que es costumbre en su país que sea el hombre el que reciba a la mujer en su casa. Así, Ainur comienza a pedir dinero: Nacho le mandó dinero para tramitar su visado, los billetes de avión… Terminó por entregarle lo que tiene ahorrado, para lo que incluso tuvo que pedir ayuda a un familiar: 8.800 euros.
Nacho: “La fase de la vergüenza la he pasado ya. Me ha dado tiempo a vivirlo. Ahora me puede la necesidad de comunicar para que otros no caigan”
Ilusionado, fue a buscarle al aeropuerto, pero la mujer nunca llegó. Sin embargo, pronto le contactó de nuevo, pidiendo más dinero. El motivo, había sido detenida en una comisaría en Astana, capital de Kazajistán, por contrabando, y necesitaba 2.000 euros más para poder salir.
Es entonces cuando Nacho recurre a sus amigos, quienes le advierten de que se puede tratar de una estafa. Finalmente, Nacho se da cuenta y comienza a analizar a fondo con Ainur: los correos, las fotos, que nunca hubiese hablado con ella… Terminó por rendirse ante la evidencia: había sido estafado.

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Ante las dudas, la presunta Ainur incluso le envió un vídeo en el que la escucha “hablar” por primera vez, diciéndole que le “perdona” por las dudas que había tenido sobre ella. Ahí fue cuando se dio cuenta que ella era una IA. “A los hombres nos pillan por la vanidad. Te halagan, te dicen cuatro bobadas… Pero a eso se une la necesidad de afecto”, se lamenta Nacho.
Nacho pide cautela a todos los que se encuentren en su misma situación. “La fase de la vergüenza la he pasado ya. Me ha dado tiempo a vivirlo. Ahora me puede la necesidad de comunicar para que otros no caigan”, dice Nacho.

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Beatriz de Vicente, abogada de referencia en el magacín, confirma que hay muchas personas que sufren la misma situación que Nacho, pero no denuncian por vergüenza. “El punto débil está en la vanidad, nos pillan por la vanidad. “A mí me ha perdido también el romanticismo. Hasta le escribía poesías”.
Susanna Griso y Beatriz de Vicente no quisieron perder la oportunidad e hicieron un llamamiento al público: “Ojalá salga una mujer real. Si podemos facilitar ese contacto…”, decía Griso. “Pero sobre todo, no suelte la pasta”, le pedía la abogada.
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