“Trump y yo solemos decir: la paz se logra con fuego”, ha tuiteado el primer ministro de Israel mientras Estados Unidos atacaba tres centrales nucleares de Irán. Netanyahu tiene motivos para la euforia: con la ayuda imprescindible de Washington, Israel ha impuesto su visión de que la coyuntura para “acabar” con la República Islámica es ahora o nunca, entendiendo por “acabar” la eliminación de lo que Israel considera como “amenaza existencial”.
“Trump y yo solemos decir: la paz se logra con fuego”, ha tuiteado el primer ministro de Israel mientras Estados Unidos atacaba tres centrales nucleares de Irán. Netanyahu tiene motivos para la euforia: con la ayuda imprescindible de Washington, Israel ha impuesto su visión de que la coyuntura para “acabar” con la República Islámica es ahora o nunca, entendiendo por “acabar” la eliminación de lo que Israel considera como “amenaza existencial”.Seguir leyendo…
“Trump y yo solemos decir: la paz se logra con fuego”, ha tuiteado el primer ministro de Israel mientras Estados Unidos atacaba tres centrales nucleares de Irán. Netanyahu tiene motivos para la euforia: con la ayuda imprescindible de Washington, Israel ha impuesto su visión de que la coyuntura para “acabar” con la República Islámica es ahora o nunca, entendiendo por “acabar” la eliminación de lo que Israel considera como “amenaza existencial”.
¿Arderá Oriente Medio o asistimos a otro ejercicio de cinismo según el cual Israel y Estados Unidos hacen el trabajo sucio de debilitar a Irán como nunca antes, ni siquiera cuando en los años 80 Occidente y las monarquías del Golfo jalearon la guerra de Sadam Hussein contra el vecino persa? El momento elegido guarda relación con la percepción de un Irán muy vulnerable. La guerra de Gaza se ha cobrado, como fichas de dominó, todos los peones y alfiles de Teherán en el tablero regional, salvo los hutíes en Yemen. Hamas, el régimen amigo de los Assad en Damasco y, la gran pieza, Hizbulah, que parecía una organización temible y disciplinada, casi indestructible. Es el famoso “momentum”: nunca Irán ha parecido más débil que hoy desde la creación de la República Islámica en 1979.

Reuters
La UE, Reino Unido y Arabia Saudí han expresado esta semana alto y claro que no quieren un Irán con armamento nuclear. Naturalmente, eso no significa que aprueben la estrategia negociadora de Israel y EE.UU. –“la paz se logra con fuego”- pero implica una suerte de visto bueno en forma de mirar a otro lado. Oriente Medio es una región en la que lo que se dice en privado difiere mucho de lo que se dice en público.
¿Por qué Donald Trump arriesga tanto ante su electorado, al que había prometido una y mil veces que no iniciaría ninguna guerra en el mundo? El factor humano parece relevante dado el narcisismo y la megalomanía del presidente: yo, Donald Trump, me he atrevido a hacer lo que todos mis predecesores en el siglo XXI no se atrevieron. Es decir, atacar a Irán y esperar, cual negociación empresarial, que se avengan a pactar su derrota. La apuesta del presidente de EE.UU. tiene sus riesgos porque Irán no es un régimen árabe en los que sustituyes a un dictador y cambia todo el panorama. La República Islámica es un entramado colectivo, ciertamente represor, con un estado dentro del estado, los Guardianes de la Revolución. El envite nos dirá ahora hasta donde llega la fuerza y la desesperación de Irán porque la propuesta de Trump es humillante: o te sientas a negociar en mis términos o habrá más ataques. Y la paradoja es que el ataque de esta madrugada refuerza el argumento iraní de que sólo la bomba nuclear garantiza su soberanía.
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A Israel se le puede acusar de muchas cosas en esta guerra pero no de incoherencia. El primer ministro Netanyahu ha sostenido que era el momento de acabar con todos los “enemigos existenciales” para la supervivencia del Estado de Israel. Dejar a Irán al margen no podía ser una opción.
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