Esperando el milagro

Cada vez que el Barça anuncia una fecha para regresar a su estadio, la previsión fracasa. Ahora anuncia que el 10 de agosto volvemos a casa con la consigna, opinable desde el punto de vista de rigor lingüístico, de “vibrar”. Lo dice el anuncio institucional que, insólitamente, convierte al presidente Joan Laporta en el silencioso superhéroe que simboliza la audacia deportiva y la temeridad financiera del club.

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 Cada vez que el Barça anuncia una fecha para regresar a su estadio, la previsión fracasa. Ahora anuncia que el 10 de agosto volvemos a casa con la consigna, opinable desde el punto de vista de rigor lingüístico, de “vibrar”. Lo dice el anuncio institucional que, insólitamente, convierte al presidente Joan Laporta en el silencioso superhéroe que simboliza la audacia deportiva y la temeridad financiera del club.Seguir leyendo…  

Cada vez que el Barça anuncia una fecha para regresar a su estadio, la previsión fracasa. Ahora anuncia que el 10 de agosto volvemos a casa con la consigna, opinable desde el punto de vista de rigor lingüístico, de “vibrar”. Lo dice el anuncio institucional que, insólitamente, convierte al presidente Joan Laporta en el silencioso superhéroe que simboliza la audacia deportiva y la temeridad financiera del club.

Elegir a un presidente como cebo publicitario es una apuesta innovadora. Luego el anuncio explota recursos de épica clásica: la belleza y generosidad de la buena gente blaugrana (los culés detestables no son tan fotogénicos) y el timbale r del Bruc, uno de nuestros tópicos patrióticos más polivalentes. Y, conectando con las nuevas tendencias, oficializa la estridencia a través del muro de altavoces de una rave . Es, interpreto, la vibración que nos unirá y que, espoleada por la energía satánica del speaker, nos llevará hasta la sordera que nos permitirá no escuchar según qué verdades y mentiras.

Elegir a un presidente como cebo publicitario es una apuesta innovadora

Ayer, en La Vanguardia , Anaïs Martí Herrero entrevistaba a la vicepresidenta institucional Elena Fort, que comentó el compromiso del 10 de agosto con más prudencia que cuando, en abril del 2024, estaba dispuesta a apostar que volveríamos a casa el 29 de noviembre (del año pasado).

Como ya no me fío ni de las consignas eufóricas ni del pesimismo estructural, voy a dar un paseo por los alrededores del estadio, a ver cómo está la cosa. A las 8 de la mañana, no hay actividad constructora (es domingo), solo se oyen las pisadas agónicas de los atletas diletantes que, visiblemente asfixiados, deambulan por la zona. El paisaje impresiona: las grúas siguen una táctica insondable, que protege la osamenta de un estadio que, a primera vista, invita a apostar que el 10 de agosto aquí no se jugará ningún partido.

FOTO ALEX GARCIA ESTADO ACTUAL DE LAS OBRAS DEL CAMP NOU 2025/06/27
Imagen de las obras del Camp Nou en una fotografía tomada el pasado sábado
Àlex Garcia

La publicidad estática de la empresa constructora, Limak, no es grandilocuente. Que el esqueleto de la estructura del estadio sea tan evidente obliga a proyectar la imaginación y a pensar que, en solo seis semanas, será difícil revertir la realidad. Alrededor del perímetro, el escaparate del Casal de l’Avi del Barça, con los libros publicados en colaboración con el club, una familia de ­turistas que se fotografía delante de un anuncio de “Passió pel Barça”, y, en la churrería, un columnista obeso que, con mirada culpable, transgrede la prohibición de comer ­churros.

Es evidente que las próximas semanas servirán para polarizar el debate, excitar las relaciones entre el club y el Ayuntamiento (proveedor de permisos y virtuoso de la burocracia recreativa), y propiciar interpretaciones en las que adherirse o discrepar de la versión oficial mantendrá vivas las llamas del victimismo y de la intransigencia.

Vuelvo a mirar el anuncio. Me vuelve a sorprender que se personalice tanto en el presidente Laporta este retorno a la casa del padre. Queda, como una experiencia que también será devorada por nuestra memoria, el papel de Montjuïc y de los veintidós mil héroes que soportaron la arbitrariedad del club a la hora de gestionar sus abonos. Y también cierta condescendencia simbólica que, por carambolas del azar, ha consolidado una nueva manera de animar y el espíritu de lo que Ramon Besa define como “generación Montjuïc”. ¿Echaremos de menos Montjuïc? No lo descarto. Pero si el 10 de agosto el Barça consigue jugar el Gamper en su nuevo estadio (me resisto a utilizar la denominación oficial), Laporta podrá presumir de haber liderado –diría que no es el primero– otro milagro.

 Deportes

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