El redactado de la vigésimo segunda enmienda a la Constitución de los Estados Unidos, aprobada por el Congreso en marzo del 1947 y ratificada por el número necesario de estados en febrero de 1951, es bastante preciso: ninguna persona puede ser elegida presidente más de dos veces, y sólo una vez si lleva ejerciendo el cargo más de dos años. Esta segunda parte aplica obviamente a los presidentes que accedieron al cargo desde la vicepresidencia, por la muerte o dimisión de su antecesor.
El redactado de la vigésimo segunda enmienda a la Constitución de los Estados Unidos, aprobada por el Congreso en marzo del 1947 y ratificada por el número necesario de estados en febrero de 1951, es bastante preciso: ninguna persona puede ser elegida presidente más de dos veces, y sólo una vez si lleva ejerciendo el cargo más de dos años. Esta segunda parte aplica obviamente a los presidentes que accedieron al cargo desde la vicepresidencia, por la muerte o dimisión de su antecesor.Seguir leyendo…
El redactado de la vigésimo segunda enmienda a la Constitución de los Estados Unidos, aprobada por el Congreso en marzo del 1947 y ratificada por el número necesario de estados en febrero de 1951, es bastante preciso: ninguna persona puede ser elegida presidente más de dos veces, y sólo una vez si lleva ejerciendo el cargo más de dos años. Esta segunda parte aplica obviamente a los presidentes que accedieron al cargo desde la vicepresidencia, por la muerte o dimisión de su antecesor.
Con toda probabilidad, esta enmienda alcanzó alas y pleno respaldo en la clase política y en la sociedad estadounidense debido a la elección en noviembre de 1944 para un cuarto mandato presidencial de un Franklin Delano Roosevelt gravemente enfermo, pero cuyas dolencias ignoraba la práctica totalidad del país, incluyendo su propio vicepresidente Harry S. Truman, sumido en el anonimato. Por no saber, desconocía incluso la investigación y desarrollo de la bomba atómica que él mismo se responsabilizaría de lanzar sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945. Roosevelt había fallecido en abril de ese mismo año, apenas unos meses después de su cuarta investidura y a la edad relativamente temprana de los 63 años.
Ni el Congreso ni la sociedad norteamericana en general avalarían tal charlotada
Sirva tan larga introducción para enmarcar la pretensión del actual titular del cargo, Donald Trump, formulada medio en broma medio en serio, de concurrir a las elecciones presidenciales del 2028 para optar a un tercer mandato, una eventualidad en principio prohibida por la Constitución. Se ha barajado incluso la esperpéntica posibilidad de que Trump optara en esos comicios a la vicepresidencia en una candidatura encabezada por el actual vicepresidente, J.D. Vance, para que éste, una vez elegido e investido, presentara su dimisión y pasara los trastos a su antecesor y mentor. Da la impresión de que ni el Congreso ni la sociedad norteamericana en general avalarían tal charlotada, pero vivimos tiempos verdaderamente imprevisibles.
Como ejercicio teórico, en tiempos recientes se ha especulado con la alta probabilidad de que los presidentes Ronald Reagan (1981-1989) y Barack Obama (2009-2017) habrían conseguido un tercer mandato en el caso de haberlo deseado y de haber sido constitucionalmente posible. De hecho, muchos analistas han apuntado a que la elección de George Bush padre en 1988 fue debida en gran parte a la enorme popularidad de su predecesor, el citado Ronald Reagan. Por otra parte, hay indicios razonables de que, en su último año en la Casa Blanca, Reagan ya padecía los inicios del Alzheimer que se le diagnosticaría posteriormente.
Si lo que Trump pretendiera es una continuidad del trumpismo más allá de sus dos presidencias, ¿no sería razonable que pasara los trastos a su joven vicepresidente J.D. Vance a principios del 2028 para que se fogueara y se convirtiera en un potente candidato a la elección por méritos propios? Y, aplicando la misma lógica, si Joe Biden hubiera dimitido a principios del año pasado, ¿no se habrían incrementado significativamente las oportunidades electorales de una Kamala HarrIs ya instalada en la Casa Blanca? Son preguntas sin respuesta, pero plausibles en la situación sin precedentes en la que se ha instalado la presidencia de la aún primera potencia planetaria, que ha iniciado una guerra comercial que puede abocar al mundo a una recesión generalizada.
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