De qué guerra estamos hablando ahora?”, pregunta Nizar Khamra en medio del patio de butacas vacío del teatro del Centro Cultural Árabe-Judío de Haifa, en el norte de Israel.
Haifa, una de las pocas partes de Israel donde hay convivencia entre árabes y judíos
De qué guerra estamos hablando ahora?”, pregunta Nizar Khamra en medio del patio de butacas vacío del teatro del Centro Cultural Árabe-Judío de Haifa, en el norte de Israel.
Es el primer día que la institución abre sus puertas tras doce días de bombardeos iraníes, que han mantenido la ciudad paralizada y pendiente de las alarmas antiaéreas.
“Aquí hemos creado el Tercer Espacio , un lugar donde todo el mundo pueda hablar y reflexionar sobre nuestras diferencias y similitudes”, explica. “Esto es posible aquí, porque una de las pocas partes del país donde las dos comunidades conviven de verdad”.
Situada frente al mayor puerto del país, Haifa es el núcleo de la industria israelí y uno de los principales objetivos de los misiles balísticos persas. Antes, sus habitantes también se habituaron al lanzamiento diario de proyectiles desde la frontera libanesa, tan sólo 25 kilómetros al norte y controlada por Hizbulah, milicia chií afiliada a Irán. Ataques exteriores sumados al conflicto interno entre palestinos e israelíes. Aunque en este último, Nizam ha declarado la tregua: “Para mí bombardear un hospital es igual de inhumano en Beersheva (Israel), Gaza o Teherán. Eso no debería ocurrir en ninguna parte del mundo”.
Las bombas raramente preguntan por la nacionalidad. Cuatro mujeres palestinas, entre ellas una niña de 13 años, fallecieron la semana pasada en un ataque en Tamra, una pequeña población de mayoría árabe cercana a Haifa. “Eran familia lejana mía, tuvieron un funeral especialmente triste”, explica, y añade que miembros de la comunidad judía y de las autoridades también acudieron a la ceremonia. Pese a ello, denuncia que, a diferencia de ciudades como Tel Aviv, “no había un sólo refugio en todo el pueblo”. “Hay kibutz donde únicamente viven 200 personas y todos tienen búnkers. En Tamra viven 35.000 y todos estaban expuestos” añade el dramaturgo.
“Vivimos en esta mierda todos los días, da igual si los misiles vienen de EE.UU., Irán o Israel”, dice Ayman
El centro cultural acoge estos días una exposición de moda, La primera piel , con tres obras de diseñadores israelíes y tres palestinos. Es difícil distinguir la identidad de los artistas por sus telas. El comisario de la exposición, Aiman Daw –árabe– y Ana Berkowits, la encargada del espacio -israelí-, comparten café y una postura en común. “Netanyahu ha matado la posibilidad de hablar de paz”, asegura ella y lamenta que muchos de sus conciudadanos hayan comprado su discurso.
El primer ministro defendió la decisión ofensiva preventiva contra el régimen de los ayatolás como única forma de evitar un segundo Holocausto. Según él, las armas nucleares en manos de los persas implicarían la destrucción asegurada del Estado de Israel. Una campaña que ha contado con el apoyo de gran parte de la población que, según las encuestas, hubiera seguido con los ataques hasta ver caer al régimen liderado por Ali Jamenei.
“Justifican la necesidad de una guerra porque están desesperados por sentir algún tipo de control sobre su vida y quieren tener la esperanza de que esto lo logre”, dice Ana, aunque asegura que muchos israelíes “simplemente están siendo dirigidos por este gobierno corrupto”.
Para Ayman, “este espectáculo es sólo una bomba de humo” y critica que el mundo se haya olvidado de Gaza y Cisjordania durante las últimas semanas. “No puedo hablar solo de esta guerra con Irán porque para mí —y para casi todos los palestinos que vivimos dentro— esto no empezó ayer”, explica. “La guerra empezó hace casi dos años, con el genocidio en Gaza; estos 12 días solo fueron una distracción. Incluso si bombardearan la mitad de Haifa, a mí no me importa. Ya estamos acostumbrados, vivimos en esta mierda todos los días”, añade. “Da igual si los misiles vienen de EE.UU. , Irán o Israel; estamos en medio de todo”.
A pesar de ello, ambos reivindican su ciudad como unos de los pocos lugares donde existe una coexistencia real. “Creo que lo que diferencia Haifa de otros lugares del país es que aún persiste el sentimiento de que la comunidad judía no es la única”, asegura la israelí.
“Bombardear un hospital es igual de inhumano en Israel, Gaza o Teherán”, afirma Nizam
“Israel es un Estado-nación, como Francia o Inglaterra, que en teoría tiene derecho a existir, y podría haber igualdad si se practicara. No es el caso ahora mismo, pero podría serlo. No es necesario destruir el Estado de Israel para que eso ocurra”, defiende.
Los dos puntos de vista se quedan dentro de las altas paredes de la galería. Fuera de ella, la ciudad, dividida entre el centro histórico, con bazares tradiciones, y el Carmel, más moderno y lleno de servicios, regresa poco a poco a normalidad. Frente a ella se extiende un tercer espacio neutro e idéntico en todas las partes del mundo: sobre las olas, decenas de velas de kite surf ondean reivindicando la paz.
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