Las barreras de Washington empujarán a países exportadores como Vietnam, Taiwán o Indonesia, con costes de producción mucho más bajos que los europeos a reorientarse al mercado comunitario Leer Las barreras de Washington empujarán a países exportadores como Vietnam, Taiwán o Indonesia, con costes de producción mucho más bajos que los europeos a reorientarse al mercado comunitario Leer
Estados Unidos es el país que más acero importa en el mundo. Compra a 79 estados, pero sus mayores proveedores son Canadá, Brasil, México y Corea del Sur. Por eso, la decisión de Donald Trump de excluir de su moratoria arancelaria la tasa del 25% al acero y al aluminio extranjeros está provocando un terremoto en la industria siderúrgica global. El torrente de 26 millones de toneladas métricas de acero que al año fluye hacia EEUU intentará abrirse paso en otros mercados. Todo apunta a que la Unión Europea será uno de ellos, lo que dispararía el riesgo de sobreoferta y abriría un agujero en la línea de flotación de la industria local.
Para las siderúrgicas españolas, las ventas a Estados Unidos suponen una fuente de ingresos de más de 400 millones de euros. En porcentaje de exportación es cosa menor (3,3%), pero en valor supone «una línea de negocio clave», según Unesid, la patronal sectorial que representa a gigantes como Acerinox, ArcelorMittal, Celsa, Tubacex o Tubos Reunidos. Su directora general, Carola Hermoso, celebra la última hora, el retraso de los aranceles recíprocos por 90 días «un gesto de buena voluntad» que, confía, «abra las puertas a una negociación» con la UE sobre las tasas sectoriales, que siguen vigentes y han llevado a siderúrgicas de todo el mundo a tocar a rebato.
«Los aranceles tienen efectos colaterales que nos preocupan, como que esas potencias siderúrgicas redireccionen las toneladas de producto que vendían a EEUU a la Unión Europea. Eso inundaría el mercado europeo de producto extranjero y tiraría a la baja de los precios, pues muchos de esos países tienen costes de producción mucho más bajos. Es un desastre asegurado», asume.
Entre ellos, territorios como Vietnam o Taiwán que, precisamente, en 2024 incrementaron sus ventas a EEUU un 143% y un 74,6%, respectivamente. Así lo corrobora Hermoso, quien asegura que hay territorios, principalmente en Asia y el norte de África, que están invirtiendo mucho, donde los costes laborales son bastante más bajos y las exigencias medioambientales, prácticamente nulas. «Si la industria europea deja de producir, será para que otros fabriquen los bienes que nosotros consumimos».
Hermoso ve un factor de atracción para estos países el que la Unión Europea no tenga «barreras comerciales significativas, excepto, por ejemplo, ciertos controles antidumping». Justamente ayer, Bruselas acordó congelar también su respuesta otros 90 días, incluidas las tasas al acero y al aluminio estadounidense, a pesar de que la Casa Blanca sí ha mantenido esa penalización. «La situación del sector es muy crítica y se agravará con unos aranceles cuyas distorsiones meten muchísima presión a los mercados», asume la portavoz de Unesid, e insiste en que Trump va más allá del proteccionismo: «El mundo ha cambiado y la UE tiene que cambiar el chip».
Un reciente informe de S&P Global corrobora que los productores europeos se enfrentan a «mayores riesgos», a pesar de que muchos abrieron fábricas en Estados Unidos para minimizar el impacto de la primera ola de tasas al sector impuesta por Trump entre 2018 y 2019. S&P cita el ejemplo de ArcelorMittal, cuya dirección, en la presentación de resultados del pasado febrero, marcó un paralelismo con esa primera ronda de aranceles, «cuando el impacto en los costes se estimó en 100 millones de dólares al trimestre».
«Aunque los aranceles, por sí solos, son manejables, llegan en un momento difícil para las siderúrgicas europeas, combinación de precios bajos por el exceso de oferta (especialmente de China), una enorme inversión de capital vinculada a los objetivos de sostenibilidad y, para algunas empresas, una creciente presión de costes, especialmente en el sector energético», describe la agencia de rating.
En conversación con este diario, fuentes de un coloso nacional del aluminio cifran las pérdidas en 68 millones de dólares al año, solo por el efecto del desplome del precio de esta materia prima desde que Trump anunció su ofensiva comercial. Al respecto, el informe de S&P asume que al igual que ocurre con las siderúrgicas, «el impacto directo de los aranceles en las empresas europeas de aluminio parece manejable (…) sin embargo, el mayor riesgo podría provenir de la destrucción de la demanda y la disminución de los volúmenes en algunos mercados clave, como la automoción».
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