No se sabía si era un castigo o un reencuentro. En 24 horas encerrados en un corralito, Montoya y Anita han pasado de no hablarse a dormirse pegados. Y eso que todo empezó con una infracción bastante seria: cruzar la valla que separa las playas, algo que ha terminado por juntarlos más que cualquier prueba.
La expareja aprovechó su encierro en la isla para resolver sus conflictos y dejarse llevar cuando pensaban que no les veían
No se sabía si era un castigo o un reencuentro. En 24 horas encerrados en un corralito, Montoya y Anita han pasado de no hablarse a dormirse pegados. Y eso que todo empezó con una infracción bastante seria: cruzar la valla que separa las playas, algo que ha terminado por juntarlos más que cualquier prueba.
Ni el barro, ni la incomodidad, ni los cámaras encima han impedido lo que se venía gestando desde hacía semanas. Esta edición de Supervivientes 2025 ya tiene su momento más telenovelesco.
Reavivan su historia de amor tras 24 horas encerrados
La secuencia no estaba escrita así, pero la convivencia forzada ha hecho su trabajo. Todo comenzó con Anita saltando la división entre Playa Calma y Playa Furia. Le siguieron Montoya y Carmen Alcayde, aunque el protagonismo se quedó en la pareja.
El castigo impuesto fue compartido y peculiar: 24 horas en un espacio cerrado, sin escapatoria y con la lluvia cayendo sobre la isla. Según contaba la catalana, “ha llovido y nos hemos mojado porque no podíamos salir del corralito. Hemos dormido pegados. Arrimaditos”. Más que castigo, lo de la organización fue un premio para ellos.
Montoya no tardó en darle la vuelta al encierro con una reflexión inesperadamente íntima durante Tierra de Nadie. “Yo lo he vivido con mucha emoción. Para mí ha sido una cura emocional. Yo no sabía que la persona que más ansiedad me ha dado en los últimos tiempos ahora me la iba a quitar. No quiero llorar más. Me emociona porque ella ya lo sabe, pero lo que prima es la cordialidad y el respeto. Necesitaba esto, sentirme así y ver un apoyo en ella”, dijo a Carlos Sobera.

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La respuesta de Anita no fue menos intensa, pero más estructurada: “El cariño nunca se va a romper, porque lo que hemos creado va mucho más allá que una pareja. Hemos creado una familia, y él sabe que de una forma u otra vamos a tenernos siempre”.
Lo cierto es que, tras esas frases, el beso en el corralito era cuestión de tiempo. Las cámaras lo grabaron todo, incluso cuando ella trataba de que nadie los viera: “¿Hay cámaras? A ver si voy a volver preñada”. Lo dicho: castigo, lo que se dice castigo, no ha sido.
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