El plan chino para ganar la ‘Guerra Fría’ tecnológica

La superpotencia asiática ahora busca redefinir su estrategia industrial con la autosuficiencia tecnológica como pilar de su poderío y soberanía nacional Leer La superpotencia asiática ahora busca redefinir su estrategia industrial con la autosuficiencia tecnológica como pilar de su poderío y soberanía nacional Leer  

En el Parque de Alta Tecnología de Zhangjiang, el particular Silicon Valley de Shanghai, cada nuevo chip, cada algoritmo entrenado o cada fábrica automatizada, abraza una misma obsesión: que China no dependa nunca más de nadie para sostener su desarrollo. Esta ansiedad por la autosuficiencia, que ya es una urgencia existencial, se puede trasladar a otros grandes centros tecnológicos como Shenzhen o Hangzhou.

En la carrera por cerrar la brecha tecnológica, el régimen aprieta cada vez con más fuerza. Durante mucho tiempo, en los años del llamado «milagro económico chino», una de las recetas del éxito del gigante asiático fue la entrada de tecnología extranjera a cambio de acceso a las empresas al vasto mercado local.

Muchas firmas tecnológicas chinas aprendieron y copiaron, incluso con mejoras considerables, a sus contrapartes occidentales. Pero esa simbiosis que funcionaba óptimamente se terminó convirtiendo en una vulnerabilidad para Pekín cuando Estados Unidos, en una maniobra para tratar de frenar la explosión de desarrollo tecnológico del que ya era su gran competidor, comenzó a restringir a Pekín los componentes estratégicos, especialmente semiconductores y software avanzado.

Contra este trauma de la dependencia excesiva, la superpotencia asiática ahora busca redefinir su estrategia industrial con la autosuficiencia tecnológica como pilar de su poderío y soberanía nacional. Este es el propósito que abraza el próximo plan quinquenal, el decimoquinto del país desde 1953, que los líderes chinos discutieron la semana pasada. El proceder, sobre el papel, es fácil de explicar: para reducir aún más la dependencia de EEUU, hay que invertir mucho más dinero en tecnología y manufactura avanzada.

Esta fue la idea que el lunes transmitieron los funcionarios del Partido Comunista (PCCh) en un encuentro con empresarios del parque tecnológico de Shanghai, a quienes prometieron que el Gobierno destinará muchos más recursos sobre todo en la fabricación de chips avanzados. «En menos de 10 años, superaremos a EEUU en el desarrollo de estos semiconductores», aseguraba uno de los funcionarios.

Todos los focos en China están puestos ahora en ir conociendo más detalles del nuevo plan quinquenal, la hoja de ruta para los próximos cinco años. Sólo China ha sido capaz de mantener sistema de planificación centralizado durante más de siete décadas. En los años 50, se buscaba construir fábricas. En los 80, reformar la economía. En los 2000, abrirse al mundo. Ahora,alcanzar la autosuficiencia tecnológica.

«China elaborará planes prospectivos para las industrias emergentes y promoverá áreas como la tecnología cuántica y la biofabricación que pueden convertirse en nuevos motores de crecimiento. Esperamos que estos sectores ganen un fuerte impulso y que el nuevo sector tecnológico tenga un potencial de mercado de 10 billones de yuanes (más de un billón de euros)», explicó Zheng Shanjie, jefe de la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma, el principal planificador económico del país asiático.

Los medios estatales han resaltado que los políticos chinos renovaron el objetivo de que China sea el líder mundial en ciencia y tecnología para 2035. Pekín ya es la potencia dominante en áreas como los vehículos eléctricos, la infraestructura 5-G o la energía verde, pero los campos de la IA y semiconductores son claves para la supremacía también en tecnologías emergentes. En el comunicado emitido después pleno de la semana pasada se incluyó por primera vez al sector espacial como una de las principales prioridades en la campaña de modernización.

«El plan quinquenal se centrará en la creación de escenarios de aplicaciones de inteligencia artificial y fabricación, así como en ser pioneros en industrias futuras como la conducción inteligente, interfaces cerebro-computadora o la información cuántica», señala un artículo del Diario del Pueblo, el periódico oficial del PCCh.

Uno de los conceptos que se repite en las declaraciones oficiales sobre el plan quinquenal es el de «nuevas fuerzas productivas», utilizado con frecuencia por el presidente Xi Jinping para referirse a que en el centro de todas las políticas tiene que estar la innovación tecnológica y manufactura de vanguardia.

El gasto anual en I+D de China se ha disparado en las últimas dos décadas. El año pasado, se invirtieron más de 3,6 billones de yuanes (más de 500.000 millones de euros), un 8,9% más que en 2023 y seis veces más en comparación, por ejemplo, con 2009. Pekín seguirá adelante en una agresiva estrategia tecnológica que incluye una avalancha de subsidios y capital. Pero estas políticas, como señalan muchos expertos, han generado una competencia extrema y una espiral deflacionaria dentro de casa que en un futuro puede jugar en su contra.

«El Gobierno ve a todo el país como un tablero de ajedrez y continúa avanzando firmemente en la dirección correcta mientras que otras naciones siguen atrapadas en la miopía y los constantes cambios de política en los sistemas multipartidistas», señalaba el altavoz mediático de Pekín, jactándose de la ventaja competitiva que tiene la autocracia al poder fijar planes a largo plazo sin que nadie internamente cuestione el liderazgo de Xi Jinping.

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