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El conservador Luís Montenegro pretende gobernar a partir de ahora Portugal entonando algunos de los cánticos más duros de la ultraderecha, pero bajo los acordes melódicos de los socialistas, pues ve en ellos la garantía de que la música de esta legislatura suene durante varios años. Afronta su segundo mandato en una posición minoritaria pero muy reforzada respecto a la que tuvo en su primer año en el poder y con un programa de derecha dura, radicalizado respecto al que llevó a las urnas, mientras cultiva su relación con el Partido Socialista (PS).
El mejor ejemplo del giro de Montenegro lo aporta el episodio que comenzó el 10 de junio, día de Portugal. El presidente de la República, el conservador Marcelo Rebelo de Sousa, proclamó que “nadie puede decir que es más portugués y más puro que otro”, para escándalo de André Ventura, presidente de Chega.
Al día siguiente el líder ultra lamentó que Rebelo sostenga que “ser inmigrante y ser portugués es lo mismo” y anunció que volvería a presentar una iniciativa para que se retire el pasaporte portugués a los nacionalizados que cometan crímenes graves, con condenas superiores a tres años o relacionadas con terrorismo, así como por delitos de incitación al odio o humillación a la nación.
Hace cuatro años el Parlamento ni admitió a trámite el proyecto, porque los servicios jurídicos lo consideraron inconstitucional. Sin embargo, el martes, en la defensa de su programa de gobierno, el primer ministro dio la sorpresa al anunciar, dentro de su agenda sobre inmigración, que en breve presentará una propuesta sobre “la pérdida de la nacionalidad en función de comportamientos graves, muy graves, concretamente de naturaleza criminal”.
El Gobierno hizo suya la propuesta ultra de retirar la nacionalidad a los naturalizados que cometan delitos graves
Después el Gobierno matizó que la retirada del pasaporte la efectuarían los jueces. Este es el elemento central para los juristas que defienden la constitucionalidad de la medida, dentro de una sentencia condenatoria y siempre que el reo tenga otra nacionalidad. Por contra, otros especialistas sostienen que violaría la carta magna, al no aplicarse a los portugueses de nacimiento.
Montenegro incluso presume que va más allá de lo prometido por el Chega en su plan para restringir el reagrupamiento familiar, cuestión esencial en un Portugal en el que en menos de una década se ha cuadriplicado la población extranjera. La diputada ultra Vanessa Barata llegó a vaticinar que se puede pasar de los 1,5 millones de extranjeros actuales a 3,5, una cifra que por exagerada exasperó al ministro de Presidencia, António Leitão Amar. Acusó al partido de Ventura de tener un “discurso de rabia”, basado en las noticias falsas.
El gobernante Partido Social Demócrata (PSD), de ideología conservadora, asume la agenda de los ultras, pero no para aproximarse a ellos, sino para ganarse a su electorado, como hace con la otra fuerza de la derecha, Iniciativa Liberal, mucho más débil. El guiño de Montenegro a estos votantes consiste en prometer la “reforma del Estado” y “declarar la guerra a la burocracia”, una intención que no es nueva. Y a ambos segmentos van dirigidos los anuncios de bajadas de impuestos y de reforma de la ley de huelga.
Los guiños al PS consisten en ensalzar su papel y en tratarlo como a Chega pese a tener menos diputados
Estas iniciativas reflejan el paisaje de un Parlamento en el que la derecha dispone de 160 de los 230 escaños, 60 de ellos de Chega. Aunque Montenegro ha abandonado su “no es no” a los ultras y dice querer pactar “con todos”, expresa sus “fundadas dudas” sobre el espíritu constructivo de Ventura. Sabe que su seguro de vida es la ya demostrada disponibilidad del nuevo líder socialista, José Luís Carneiro, de garantizar la estabilidad tras la debacle electoral. Por eso el primer ministro ensalza el papel histórico del PS y prodiga los gestos para ponerlo al mismo nivel que Chega, aunque, pese a obtener 3.992 votos más, cuente con dos diputados menos.
Natural de Espinho, tierra tradicional de casinos, Montenegro se destapó en los últimos meses como un consumado tahúr político, que le dio la vuelta al escándalo de su consultora. Esta semana enseñó sus cartas y apostó por acordar con socialistas y ultras al mismo tiempo. La partida continúa.
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