28 de julio de 1989, 7:20 de la tarde. Madrid. Dionisio Rodríguez Martín, escolta de transportes blindados en la empresa Candi, ejecuta uno de los robos más recordados de la crónica negra española. Conocido desde entonces como ‘El Dioni’, fingió una ciática para quedarse solo en el furgón que transportaba 298 millones de pesetas (casi 1,8 millones de euros actuales). Aprovechó la ausencia de sus compañeros y se dio a la fuga. Hoy, 35 años después, ha vuelto a narrar paso a paso cómo lo hizo en el programa Y ahora Sonsoles.
Dionisio Rodríguez Martín repasa en televisión cómo ejecutó uno de los robos más mediáticos de España, su vida de lujo en Brasil, su detención y su posterior conversión en personaje popular
28 de julio de 1989, 7:20 de la tarde. Madrid. Dionisio Rodríguez Martín, escolta de transportes blindados en la empresa Candi, ejecuta uno de los robos más recordados de la crónica negra española. Conocido desde entonces como ‘El Dioni’, fingió una ciática para quedarse solo en el furgón que transportaba 298 millones de pesetas (casi 1,8 millones de euros actuales). Aprovechó la ausencia de sus compañeros y se dio a la fuga. Hoy, 35 años después, ha vuelto a narrar paso a paso cómo lo hizo en el programa Y ahora Sonsoles.
“Yo me senté al volante y salí zumbando con el furgón”, relató con su habitual desparpajo. Tras completar el robo, escondió el dinero en su coche particular —un Audi— y, aunque asegura que sintió “un verdadero arrepentimiento” en ese instante, ya era demasiado tarde para echarse atrás. Según sus palabras, repartió el dinero entre varios cómplices y dejó fuera del botín cerca de 40 millones que, según él, pertenecían a trabajadores y “gente honrada”.
Huida a Brasil
Una peluca y un pasaporte falso
Consciente de que la Policía lo buscaba por todo el país, el siguiente paso era desaparecer. “Me fui a una tienda de pelucas, solo vendían de mujer, me puse unas gafas como las de John Lennon, falsifiqué un pasaporte y me fui a Portugal”, explicó. Desde allí, saltó a Brasil bajo el nombre de Carlos Patricio, comenzando así una breve pero intensa vida de lujo.
Durante los 55 días que duró su huida, El Dioni vivió lo que él describe como “la vida padre”. Alquiló limusinas, avionetas y helicópteros; comía en restaurantes exclusivos de Río de Janeiro; frecuentaba fiestas privadas y llegó a someterse a una operación de cirugía estética con el famoso doctor Ivo Pitanguy para desviar la atención. “Me operé la nariz, los pómulos y me pusieron 20 pelos. Y me siguen saliendo”, confesó entre risas.

Atresmedia
La alegría duró poco. Un día, tras regresar de las cataratas de Iguazú, fue detenido en su apartamento por la Policía Federal brasileña. Asegura que fue torturado para que confesara el paradero del dinero. “Me metieron una pistola en la boca, me dieron corrientes, tenía un testículo como un melocotón”, relató. Pasó ocho meses en una cárcel de condiciones extremas: “Era una celda de cuatro metros de hormigón, con ratas y escorpiones. Estuve meses sin ver la luz del sol”.
Pese a su situación, el Dioni mantuvo su carácter extrovertido y logró ciertos privilegios: “Compré a los federales, cociné para ellos, tenía carne argentina… Hacía más el amor dentro que fuera. Me llamaban ‘el gallego’ y me buscaban las presas”.
El ladrón más famoso de España
Un icono popular
Tras ser extraditado a España, cumplió condena. Parte del dinero fue recuperado, pero unos 140 millones de pesetas nunca aparecieron. “¿Dónde está el dinero?”, le preguntó Sonsoles Ónega. Él respondió con humor: “No se lo he dicho a la Guardia Civil, te lo voy a decir a ti”.
Convertido en personaje televisivo, ‘El Dioni’ se hizo habitual de los platós, publicó libros, grabó canciones y abrió varios bares con nombres tan explícitos como La Cueva de Dioni o El Caco Dioni. Incluso participó en una película de Torrente y en series de televisión.
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Ahora vive en el barrio madrileño de Montecarmelo, lleva una vida modesta y sigue despertando simpatía allí donde va. “Me piden autógrafos, me saludan, pero ya no llamo tanto la atención. Soy un hombre de fe”, aseguró. Cuando Sonsoles le preguntó si volvería a hacerlo, respondió con sarcasmo: “Con lo que están haciendo ahora algunos, hasta parece que lo mío fue un juego”.
El Dioni, 35 años después, no solo no ha perdido su carisma, sino que sigue demostrando por qué fue —y sigue siendo— el ladrón más famoso de España.
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