Es sencillo escribir un artículo adulatorio al Pep Guardiola entrenador. Lleva 16 temporadas completas en el ajo y ha ganado 13 ligas nacionales, que, según el común de los futboleros, es la competición que mejor mide la regularidad de los equipos.
Es sencillo escribir un artículo adulatorio al Pep Guardiola entrenador. Lleva 16 temporadas completas en el ajo y ha ganado 13 ligas nacionales, que, según el común de los futboleros, es la competición que mejor mide la regularidad de los equipos.Seguir leyendo…
Es sencillo escribir un artículo adulatorio al Pep Guardiola entrenador. Lleva 16 temporadas completas en el ajo y ha ganado 13 ligas nacionales, que, según el común de los futboleros, es la competición que mejor mide la regularidad de los equipos.
Guardiola se estrenó en el Barça B con un alirón y un ascenso y sus peores puestos son un segundo con el Barça en su última temporada, y un tercero y un segundo en el Manchester City, club donde ha conquistado seis Premier League, las últimas cuatro de forma consecutiva. La Bundesliga, por otra parte, la levantó tres veces, tantas como años estuvo en el Bayern de Munich.
A mí que el de Santpedor caiga mejor o peor más allá de su faceta de entrenador me trae sin cuidado, nadie es perfecto y los mejores suelen llevar colgada una mochila cargada de envidias, sobre todo en este país, y de lecciones ajenas proferidas por seres a su vez mucho más imperfectos que los objetos motivo de sus fobias.
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Lo que siempre me llamó la atención fue la crítica a su manera de entender el fútbol. Claro que ha habido malos partidos a lo largo de su larga etapa en los banquillos, pero son los menos, y la balanza se parte en dos como un bastoncillo de pan si al otro lado ponemos no solo los buenos partidos, centenares, sino la conexión de su propuesta con el respeto por el público, que si acude a los estadios, salvo excepciones (hay quien compraba discos de Melendi, qué quieren que les diga), es para pasárselo bien. La dicotomía entre Mourinho y Guardiola, prefabricada en su fase más álgida por el madridismo más extremo, tuvo un claro ganador. El puto amo lo fue en las salas de prensa, pero hoy deambula de club en club con el manual de instrucciones anticuado y el peligro de desmerecer su brillante currículum inicial con un presente de performances entre desfasadas y caricaturescas. Di María, que jugó con aquel Madrid de Mourinho, ha dicho esta semana lo que en la época le era terminantemente prohibido: “La única manera de ganar a ese Barcelona era pegando. Por momentos tenía miedo que lo lesionaran al enano ”. El enano, por cierto, era Messi, aliado de Guardiola sin el cual no se explicaría el mejor Barça de la historia.
Guardiola, adicto al fútbol y un obseso a la hora de retorcerlo para extraerle toda clase de jugos tácticos, se queda dos temporadas más en Manchester. Hace tiempo que el puto amo, después The special one , desapareció a manos de The fucking master .
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