La nueva serie de Carmen Machi con guiño a Shakira tiene uno de los mejores guiones de los últimos años. En ella todo tiene sentido, significado y trascendencia Leer La nueva serie de Carmen Machi con guiño a Shakira tiene uno de los mejores guiones de los últimos años. En ella todo tiene sentido, significado y trascendencia Leer
Celeste sale poco en Celeste porque la protagonista de la serie no es esa estrella latina inventada, sino una inspectora de Hacienda que antes de jubilarse quiere dar un último golpe. Perdón, una última inspección fiscal. La víctima será Shakira. Quería decir la investigada. Quería decir Celeste. Como «thriller tributario» promociona irónicamente la serie Movistar+. Es exactamente eso.
Celeste es tan divertida como retorcida. No es que la premisa que espera el espectador de esta serie no se cumpla, es que la propuesta de su creador, Diego San José, es mucho más interesante: sus dos antagonistas tienen dobleces inesperadas y Daniela, la tercera mujer de este inquietante juego de espejos (literal en varios momentos de la serie) no es consciente de hasta qué punto es ella el centro de una historia de corrupción. Su corrupción. Celeste tiene mucho de comedia, pero también de oportuna reflexión sobre una pregunta que nos rondará siempre: ¿el fin justifica los medios?
Los seis episodios de Celeste se ven en una tarde. No tienen ni un minuto de relleno. Solo podríamos echar de menos más carcajadas. Eso le pasaba a Carmen Machi hasta cuando representaba la oscurísima Agosto en el Centro Dramático Nacional. Salía a escena y el patio de butacas se descojonaba. Así que ella hacía su magia y convertía esa energía en drama. Eso mismo ocurre en Celeste.
Machi es Sara Santano, una mujer entrañable y peligrosa, una funcionaria y una terminator, perra y bicha, señora y demonia. La frase anterior parece de una canción de Celeste. Inspirada sin complejos por Shakira, esta cantante, interpretada por Andrea Bayardo, más que una persona es un concepto. Uno que Sara quiere convertir en persona, porque si no no habrá manera de cazarla. Daniela (maravillosa Clara Sans) compadece y admira a Sara. Ella acaba de llegar al trabajo que la otra está dejando. ¿Será su heredera? ¿Querrá serlo? ¿Pagará Celeste al fisco lo que Sara le reclama?
Elena Trapé, directora de la serie, compone imágenes de enorme fuerza. Le da intensidad al thriller y ligereza a la comedia, a veces simultáneamente. El lenguaje visual de Celeste es tan sutil y quirúrgico como el guion que la sostiene. Y como la cara de su protagonista. Cuesta creer que Carmen Machi tenga los mismos músculos faciales que yo. Es evidente que lo que sí tiene es mayor y mejor control sobre ellos. Machi sirve tanto para la gesticulación extrema que requiere el teatro como para el microgesto que Elena Trapé captura en primerísimo primer plano. Además, no es una de esas intérpretes que arrasan con todo. En Celeste brillan todos. Las secuencias con Manolo Solo son magníficas porque él lo es y Marc Soler consigue, con dos únicas apariciones, retorcer todavía más el tono de la serie. La escritura de Diego San José, Daniel Castro y Oriol Puig Playà es finísima y los actores y la directora le hacen justicia. El de este thriller tributario es uno de los guiones mejor rimados de los últimos años. Todo tiene sentido, significado y trascendencia.
Como No me gusta Conducir o Fácil, Celeste parte de una premisa fácilmente explicable y que sin embargo ella misma pervierte. Ahí está su grandeza: es todo lo que imaginábamos que sería y a la vez es mucho más. A Sara Santano la quieres y la temes, no necesariamente por este orden. Ella es sólo una mujer que quiere hacer bien su trabajo y una mujer a la que ese trabajo le gusta, aunque eso implique caerle mal a todo el mundo. Esa es la auténtica premisa de Celeste. Y es poderosísima
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