Bombas americanas en Oriente Medio, otra vez…

El bombardeo americano de las instalaciones nucleares iraníes es difícil de interpretar, dada la errática política exterior de Donald Trump y su carácter imprevisible. Aunque pueda parecer simplista, es probable que uno de los motivos que hayan empujado al presidente americano a participar en el ataque israelí a Irán sea apuntarse una rápida victoria (acabar, al menos temporalmente, con el programa nuclear iraní) que contribuya a alimentar su ego e imagen.

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 El bombardeo americano de las instalaciones nucleares iraníes es difícil de interpretar, dada la errática política exterior de Donald Trump y su carácter imprevisible. Aunque pueda parecer simplista, es probable que uno de los motivos que hayan empujado al presidente americano a participar en el ataque israelí a Irán sea apuntarse una rápida victoria (acabar, al menos temporalmente, con el programa nuclear iraní) que contribuya a alimentar su ego e imagen.Seguir leyendo…  

El bombardeo americano de las instalaciones nucleares iraníes es difícil de interpretar, dada la errática política exterior de Donald Trump y su carácter imprevisible. Aunque pueda parecer simplista, es probable que uno de los motivos que hayan empujado al presidente americano a participar en el ataque israelí a Irán sea apuntarse una rápida victoria (acabar, al menos temporalmente, con el programa nuclear iraní) que contribuya a alimentar su ego e imagen.

Más allá de cuestiones de índole personal, la decisión de atacar el país persa es un éxito sin precedentes de la capacidad de persuasión de la diplomacia israelí y de sus servicios de inteligencia. La duda ahora es hasta dónde conseguirán arrastrar la Administración americana en la guerra contra Irán. ¿Se trata de una operación quirúrgica o continuarán los ataques contra instalaciones iraníes más allá de las nucleares? Lo veremos los próximos días. Es poco probable que EE.UU. se comprometa a una acción conjunta duradera a gran escala.

La rivalidad con Irán era ya una amenaza sistémica para las monarquías del golfo

El ataque no puede desligarse del reciente viaje a Oriente Medio del presidente americano y de los boyantes negocios de su Administración con las monarquías del golfo, Arabia Saudí, Qatar y Emiratos Árabes Unidos, muy interesadas en acabar de una vez por todas con la disrupción chií liderada por Irán. Aunque ello sea a expensas de la cada vez más olvidada masacre de palestinos en Gaza y la expansión de la ocupación en Cisjordania. Para las monarquías del golfo, la rivalidad con Irán se había convertido en una amenaza sistémica, de la misma forma que lo era para Israel. Sus vecinos, Bahréin y Yemen, en la misma península Arábiga, son todavía dos ejemplos vivos de ello.

El bloqueo del mar Rojo a la navegación mercante, que pronto cumplirá dos años, es otra muestra del enorme daño que Irán y sus proxis, en este caso los hutíes, están causando a los intereses de Arabia Saudí. Han saboteado uno de los pilares de la estrategia saudí de diversificación de su economía, Visión 2030, que pretende convertir Yida en un nodo logístico-portuario que compita con Dubái. Y han ahogado también las finanzas de la otrora gran potencia árabe, Egipto, que ha visto cómo los ingresos de la autoridad del canal de Suez bajaban de forma drástica.

FILE PHOTO: A U.S. Air Force B-2 Spirit Stealth Bomber (C) is flanked by four F-22 Raptor fighter planes during a flyover of military aircraft down the Hudson River and New York Harbor past York City, and New Jersey, U.S. July 4, 2020. REUTERS/Mike Segar/File Photo REFILE - CORRECTING AIRCRAFT FROM
Un bombardero B-2 y cuatro F-22 Raptor en una exhibición en Nueva York el 2020
Mike Segar / Reuters

Más allá del programa nuclear iraní, queda la duda de si los ataques combinados de Estados Unidos e Israel conseguirán hacer caer el régimen de los ayatolás. Es evidente que este es un objetivo israelí, pero no parece que sea compartido por la Administración americana, todavía resquemada por lo ocurrido en Afganistán, Irak y Siria. Pese a que Irán es un país étnica, cultural y religiosamente menos diverso que otros de la región (minorías kurdas, beluchi y turcomanas, sobre todo), la improbable caída a corto plazo del régimen podría provocar una balcanización del país y un conflicto civil de consecuencias imprevisibles (con potenciales oleadas de refugiados a la UE).

Si las autoridades americanas concluyen que el riesgo nuclear iraní ha desaparecido, al menos para una generación, es posible que presionen para acabar el conflicto cuanto antes. Israel, sin embargo, tiene su propia agenda y ya no se siente ni mucho menos atada por la Administración americana, a quien consigue manipular más o menos a su antojo. La FDI necesita acabar con los misiles que siguen cayendo a diario sobre ciudades israelíes y no cesará en su empeño.

Los ayatolás probablemente deseen conseguir una salida digna para concentrarse en recuperar su estabilidad interna. Ahora bien, si se les acorrala, desesperadamente podrían intentar convertir la región en un caos y activar las milicias en Irak y atacar la navegación en el estrecho de Ormuz (cuyo bloqueo podría beneficiar a EE.UU., que podría convertirse en la principal alternativa para suministrar petróleo y gas a la UE y China). Ahora bien, pese a que Irán es un país inmenso, de más de 90 millones de habitantes, los implacables ataques israelíes están reduciendo significativamente su capacidad de respuesta y son cada vez más débiles, con lo cual pueden tener dificultades para mantener simultáneamente ataques externos y la estabilidad y disciplina interior.

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