Los londinenses, ¡cómo exprimen las tradiciones!
Antes de abandonar el tenis, Fabio Fognini enreda al murciano en Londres, que necesita cinco sets para imponerse en 4h37m: 7-5, 6-7 (2), 7-5, 2-6 y 6-1
Los londinenses, ¡cómo exprimen las tradiciones!
Las fresas con nata. La hierba, impoluta en el primer día, que se irá enmarronando conforme avance el torneo. Los tenistas vestidos de blanco nuclear, innegociable seña de identidad. El silencio sepulcral del Centre Court, la catedral del tenis: si tu móvil suena mientras se está jugando, el ujier-oficial vendrá a tirarte de las orejas. El horario diseñado al milímetro, tan milimétrico como el recorte de los setos. El primer vals del campeón de la edición precedente.
Carlos Alcaraz (22), campeón de Wimbledon en el 2023 y también en el 2024, abre el Centre Court, y el bochorno asfixia a los londinenses, y aquello que él creía un día en la oficina se le convierte en un mal sueño.
Enredado por Fabio Fognini, el murciano lo pasa mal, lo pasa fatal, y solo le rescata su empeño, en un día de tenis discutible.
–Ciao, Fognini –le dice al italiano cuando todo termina.
Alcaraz ha corrido un maratón sobrevenido de 4h37m.
¿El argumento? Fognini solo ha hecho de Fognini.
Visto en perspectiva, no está mal el periplo del italiano.
En otros tiempos, el tenis de Fognini, jugón y travieso, le había llevado a ganar nueve títulos ATP, le había colocado noveno del mundo (2019), le había permitido adelantarse a la fabulosa escuela italiana actual, la de Sinner, Musetti, Cobolli y Jasmine Paolini. También le había dado un nombre, una marca. Fognini es muy italiano, y se levanta el cuello del polo.
Fognini parece (o parecía) jugar al trantrán. Es pausado y elástico entre puntos, se mueve lo justo pero acelera como un F-1 cuando debe correr hacia adelante o hacia atrás, o sea con frecuencia en este partido, pues Alcaraz (22), el tenista de las 19 victorias consecutivas, tiende a ser puñetero.
En la catedral del tenis se topan dos generaciones y dos perspectivas. Fognini no tiene ninguna prisa. Lleva la vida de un prejubilado. Hoy es el 138.º del mundo: el motor no le da para asomarse al Top 100, tampoco lo pretende. Alcaraz solo quiere dar por concluido este día rutinario en la oficina.
Dos perspectivas
En la catedral se topan dos ritmos: Fognini no tiene prisa por irse; Alcaraz creía que iba a ser un día en la oficina
No lo es.
Antes de alcanzar su mesa, Alcaraz tiene que gambetear bajo la tormenta. Camina apurado, arrimándose a las fachadas, parapetándose bajo las cornisas como aquel que se había olvidado el paraguas en casa.
El párrafo anterior es una metáfora, pero este Fognini otoñal es una trampa y su tenis es un Guadiana que ahora desciende caudaloso.
–¿Por qué tiene que retirarse? ¡Fognini podría jugar hasta los cincuenta años! –se lamenta Alcaraz cuando el cuarto set se le escapa el cuarto set.
¿Un adiós precipitado?
“¿Por qué tiene que retirarse? ¡Fognini podría jugar hasta los cincuenta!”, se dice Alcaraz en el cuarto set
A merced de las aguas, Alcaraz se ve braceando a la desesperada, nunca lo hubiéramos dicho tras verle encadenar 18 victorias y tres títulos (Roma, Roland Garros y Queen’s).
En el día en el que se ahogan tres peces gordos como Medvedev (pierde ante Bonzi), Rune (cae frente a Jarry) y Tsitsipás (se retira ante Royer), el público del Centre Court se pregunta:
–¿Y si…?
A las 3h50m de partido, Fognini empata el partido, ya están dos sets a dos, y Alcaraz cierra los ojos y recurre al lema de su abuelo, a las tres C: “cabeza, corazón y cojones”.
Lo necesita, desde luego.
Pues, a grandes rasgos, el juego no le acompaña. Fognini le ha enredado y el murciano ha cometido nueve dobles faltas, ha perdido el servicio en cinco ocasiones y ahora ve cómo le hierve la cafetera.
Tiene que sosegarse, detenerse a pensar, entrampar al italiano que le está entrampando. Encuentra el equilibrio en la quinta manga, cuando Fognini se queda sin aliento, y el susto queda en eso, en un susto.
En su adiós al tenis, Fognini se muestra en su totalidad. Durante veinte años ha sido elegante y peligroso, y un casi pero no del todo. Jamás se elevó en el gran escenario –no esperemos un homenaje inolvidable– pero el circuito le recordará por sus propuestas inverosímiles y caprichosas.
¿Y Alcaraz?
Supera este primer reto con el susto en el cuerpo. El miércoles le espera Oliver Tarvet, debutante en el cuadro grande de un Grand Slam.
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