¡Quién fuera oso!

Advertencia: este artículo puede no resultar del agrado de los defensores del Estado niñera, la ortodoxia médica y de los cuerpos conformados.

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 La Champions League de los plantígrados premia a los más gordos  

Advertencia: este artículo puede no resultar del agrado de los defensores del Estado niñera, la ortodoxia médica y de los cuerpos conformados.

Nadie dice que la vida de los osos sea fácil (más bien todo lo contrario, en parte por el cambio climático), pero también tiene sus ventajas, sobre todo en los meses de verano y otoño en que se trata de acumular calorías preparándose para la hibernación. En su universo la gula no es un pecado sino una virtud; cuanto más gordo, mejor; no hay médicos que den la tabarra diciendo que “usted debería perder peso” o recomendando hacer ejercicio, las figuras dominantes son estilo Rubens pero a lo bestia, y la obesidad no es percibida como un signo de debilidad mental o un comportamiento antisocial por los costes que puede significar para la medicina pública. De lo que se trata es de comer, y cuanto más mejor.

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Al ganador no se le valora solo el peso, sino cualidades como la experiencia, la compasión y la capacidad de liderazgo

La dieta, todo hay que decirlo, no es precisamente mediterránea y puede resultar un poco aburrida, a base de salmón (hasta 40 en diez horas) y arándanos con alguna que otra hierba de condimento, y la cantidad prima sobre la calidad, con efectos todavía no estudiados para el colesterol y la tensión. Y la opinión generalizada es que las subidas y bajadas continuas de peso no son nada saludables (los osos no comen en el invierno pero se ponen las botas desde que salen de hibernar hasta noviembre). Es un tipo de ayuno intermitente que un médico no le recomendaría ni al peor de sus enemigos.

Un concurso, ya en su décima edición, premia anualmente al animal que mejor se ha preparado para el invierno en las cataratas Brooks del parque nacional de Katmai en Alaska, el hábitat de 2.200 osos pardos, más grande que muchos países y que se extiende hasta las islas Aleutianas. Un millón y medio de personas de todo el mundo han participado en línea en la votación, siguiendo a los concursantes en sus ordenadores, a modo de reality show, gracias a las cámaras que los filman, estratégicamente ubicados en unas rocas contra las que rebotan los salmones en su ascenso río arriba (los más pesados y fuertes consiguen los mejores lugares), y los cazan con sus garras al vuelo. La competición tiene formato Champions, con emparejamientos eliminatorios a partir de octavos de final. Y no solo se valora el peso, sino que se tienen en cuenta (como si se tratara de un presidente de los Estados Unidos) la inteligencia, la capacidad de liderazgo, la empatía, la compasión, la confianza en sí mismo, la experiencia, la popularidad, la iniciativa… El ganador, según las reglas, ha de ser un “modelo de gordura y éxito”.

La competición es mixta, y en la edición de este año no ha faltado el drama, con su dosis de vendetta shakespeariana. La Kamala Harris de los osos pardos, una veterana osa de 20 años llamada Grazer, casi en edad de jubilación, ha derrotado en la final al Trump de su género, un pedazo de oso de 550 kilos de peso conocido como Chunk, con ojos amenazantes y una reconocible cicatriz en el morro resultado de una pelea, que no atizó el asalto al Capitolio pero mató ante las cámaras a uno de sus oseznos por pura maldad (o instinto animal) cuando tuvo la mala fortuna de resbalarse en las rocas de la catarata y caerse al río. Los votantes no se lo han perdonado, pero aún así el resultado ha sido muy ajustado, 40.000 votos de diferencia, que el mes que viene en Georgia, Pensilvania o Arizona darían motivo para pedir un recuento. Sobre todo si el derrotado es alguien republicano o con mal perder.

Los participantes en el concurso de Míster y Miss Oso tienen sus páginas web, con perfiles e imágenes de sus hazañas forrándose de salmón, que cuelgan los vigilantes del parque. Las reglas de fair play son más estrictas que las de la UEFA y para ser objeto de consideración hay que frecuentar el río Brooks (donde están las cámaras) al menos dos primaveras y veranos seguidos, porque es normal que los animales cambien de territorio, como por ejemplo el oso Otis, ganador de las primeras ediciones del campeonato y al que no se le ha vuelto a ver el pelo. También hay una competición júnior para los más jóvenes y futuras promesas.

En el Reino Unido, el primer ministro Keir Starmer quiere poner inyecciones a la gente con sobrepeso que está en el paro, para conseguir que vuelvan al trabajo, y de vez en cuando se alzan voces sugiriendo que los obesos, como castigo, no deberían recibir tratamiento en la Seguridad Social. Los osos no tienen que cuidar la figura. ¡Quién fuera oso!

En el parque nacional Katmai, en Alaska, de 17.000 km2, viven 2.200 osos pardos, como Grazer (en la foto), el ganador de este año. Solo 93 compiten en cazar salmones en las cataratas del río Brooks, zampándose hasta 40 en diez horas. Los más gordos superan los 500 kilos.

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