Corriente alterna de corrupción

Una lluvia diluviana presidió el desfile del 12 de Octubre. Los que parecían más preparados para soportarla fueron los Reyes, que debieron de recordar cómo, hace veinte años, un aguacero satánico saboteó su boda. Para maquillar aquel disgusto, se insistió mucho en que que llueva el día de tu boda es buen augurio de abundancia y felicidad. Que diluvie el día que conmemoras diez años de reinado, en cambio, parece un déjà vu al límite del recochineo. La España de entonces –2004– era diferente a la actual: después de los atentados de Madrid (192 asesinatos), José Luis Rodríguez Zapatero ganó las elecciones, el proceso vivía en una remota fase de pregestación, Vueling empezó sus operaciones y el Fòrum se consagró como gran pirula simbólica con coartada cultural.

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 Una lluvia diluviana presidió el desfile del 12 de Octubre. Los que parecían más preparados para soportarla fueron los Reyes, que debieron de recordar cómo, hace veinte años, un aguacero satánico saboteó su boda. Para maquillar aquel disgusto, se insistió mucho en que que llueva el día de tu boda es buen augurio de abundancia y felicidad. Que diluvie el día que conmemoras diez años de reinado, en cambio, parece un déjà vu al límite del recochineo. La España de entonces –2004– era diferente a la actual: después de los atentados de Madrid (192 asesinatos), José Luis Rodríguez Zapatero ganó las elecciones, el proceso vivía en una remota fase de pregestación, Vueling empezó sus operaciones y el Fòrum se consagró como gran pirula simbólica con coartada cultural.Seguir leyendo…  

Una lluvia diluviana presidió el desfile del 12 de Octubre. Los que parecían más preparados para soportarla fueron los Reyes, que debieron de recordar cómo, hace veinte años, un aguacero satánico saboteó su boda. Para maquillar aquel disgusto, se insistió mucho en que que llueva el día de tu boda es buen augurio de abundancia y felicidad. Que diluvie el día que conmemoras diez años de reinado, en cambio, parece un déjà vu al límite del recochineo. La España de entonces –2004– era diferente a la actual: después de los atentados de Madrid (192 asesinatos), José Luis Rodríguez Zapatero ganó las elecciones, el proceso vivía en una remota fase de pregestación, Vueling empezó sus operaciones y el Fòrum se consagró como gran pirula simbólica con coartada cultural.

El sábado, en Madrid, la tormenta no fue solo climatológica. Rayos y truenos de procedencia diversa acusan al PSOE y al presidente Sánchez de corrupción. El motor de la historia es el exministro José Luis Ábalos, elevado a categoría de detonador de una implosión orgánica que, si hacemos caso de la estridencia tertuliana (ayer, festival transversal de depredación en las trincheras de la opinión), acabará con el mandato de Sánchez. De los aludes de información sobre el caso me ha interesado descubrir que Ábalos se ha divorciado cuatro veces y tiene cinco hijos. Este atletismo matrimonial es digno de Sara Montiel. aunque no alcanza el récord de los nueve matrimonios (con sus consiguientes divorcios) de Zsa Zsa Gabor. Gabor decía que no conoces a un hombre hasta que te has divorciado de él. Pregunto: ¿esta norma puede aplicarse a los ministros de máxima confianza?

La presunción de inocencia ¿podrá contener la virulencia del escándalo?

El divorcio político entre Ábalos y Sánchez es total después de que se hicieran públicos unos indicios pestilentes que no sé si la presunción de inocencia podrá contener. El domingo, en la Ser, Javier del Pino y Juan José Millás comentaban la “cutrez” de la inmundicia y las conversaciones horteras que están emergiendo. Con el sentimiento de orfandad que define el marco emocional de muchos votantes de izquierdas, Millás lamentaba que la única alternancia posible de la democracia española tenga que ser la alternancia de la corrupción. En el PP, en cambio, están entusiasmados: la presunta corrupción en ojo ajeno les ayuda a olvidar las condenadas corrupciones en ojo propio.

El diputado José Luis Ábalos durante un pleno en el Congreso
B. Sánchez-Trillo/EFE

En Barcelona, manifestación contra, en principio, la Copa del América. Como siempre, la diversidad de mensajes dispersa el sentido de la protesta. El rechazo a la copa acaba siendo el pretexto para reclamar más pisos de alquiler y una bajada de precios. También para amplificar consignas como “Hundamos este modelo de ciudad”,“Barcelona no es Disneylandia” o una que personaliza la indignación de los manifestantes: “Collboni, que te vote Louis Vuitton”.

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