Saiko: «Me tuve que mudar porque ya no podía ni ir en calzoncillos por casa»

El artista granadino -revelación musical en 2023- paró para priorizarse. «Algunos se piensan que por haber pagado 50 euros de entrada ya soy suyo y me pueden tratar como a un objeto», dice. Ha estado dedicándose a sus empresas Leer El artista granadino -revelación musical en 2023- paró para priorizarse. «Algunos se piensan que por haber pagado 50 euros de entrada ya soy suyo y me pueden tratar como a un objeto», dice. Ha estado dedicándose a sus empresas Leer  

La aparición de los madridistas Jude Bellingham y Endrick retrasa el inicio de nuestra entrevista con Saiko (Granada, 2002). Estamos en un pabellón de la Casa de Campo de Madrid convertido en una oda al fútbol y los videojuegos. Allí se celebra un macroevento para presentar el nuevo EA Sports FC 2025 -el FIFA de toda la vida- y allí hemos quedado con el artista granadino. Dos de sus canciones forman parte de la banda sonora del mítico juego.

«Es un poco surrealista», confiesa sobre esta colaboración. «Mi mánager, Andrés, sabe que es uno de mis hobbies y que me hacía mucha ilusión. Pero es verdad que ya no me sorprende tanto. Es una más entre todas las cosas surrealistas que me pasan», apunta.

Lleva dos años teniendo una vida de locos. En 2023 fue el chico de moda en la música urbana española. Era «el nuevo Quevedo», el chaval que colaba canción tras canción en las listas de éxitos -varias superan los 100 millones de reproducciones- y con el que todas las estrellas querían contar. Se subió a la rueda de publicar un single tras otro y no se bajó de ella hasta que el pasado abril soltó Sakura, su primer álbum de estudio. Entonces, decidió parar.

«Yo ya había avisado. Dije que no iba a desaparecer como Quevedo -y es verdad porque he estado dando conciertos-, pero estaba muy quemado. Yo también necesito sentir que hago algo con mi vida más allá de la música. Si no, ¿para qué vivo? No le debo nada a nadie«, defiende.

Saiko siempre ha hablado abiertamente de su salud mental. En una entrevista en EL MUNDO el año pasado ya contó que había padecido episodios de ansiedad y que el psicólogo le había llegado a decir que sufría un trastorno de despersonalización. Por eso, cada vez intenta apostar más por lo que es bueno para sí mismo.

En este tiempo, además de los shows, ha estado dedicándose a los negocios. «Tengo más empresas de las que seguramente conozca y realmente no sé cuántos empleados hay. Fijos serán unos 50 aunque puntualmente subcontratamos a otros», comienza detallando sobre esta faceta menos conocida de su vida.

«Tenemos una fiesta que se llama Al Garete, también un negocio de merchandising y ahora vamos a empezar a trabajar para otros artistas. Muchos han visto mi gira y se han interesado por los decorados, el diseño de escenarios o el transporte así que vamos a facilitar todo eso», amplía.

Para entrar en su plantilla prevalece «un poquillo el enchufe», dice. Hasta Madrid han viajado con él casi una decena de amigos. Cuanto les toca ponerse serios, lo hacen; cuando no, están de colegueo y se pasan el rato riendo, comiendo y grabando con el móvil.

«Así no siento que estoy trabajando todo el tiempo», señala. También tiene contratados a su hermano y su padre. «Él no quiere dejar de trabajar así que prefiero tenerlo conmigo. Era herrero y estaba todo el día con el martillo haciendo cancelas. Ahora se lo pasa muy bien viniéndose con nosotros a todas las ciudades. Tiene a sus amigos dentro de la empresa, porque hay gente de todas las edades. Yo les llamo ‘el grupillo de los cuñados’. Les veo muy felices a todos, la verdad», afirma orgulloso.

En los últimos meses, se ha convertido en el principal patrocinador del Granada CF siendo el primer artista que hace esto en el fútbol español. Además, ha sumado el patrocinio del Covirán, el equipo de baloncesto de la ciudad.

«Obviamente a alguien de Madrid le dará igual que en el pecho de la equipación del Granada ponga Saiko, pero a mí me hace muchísima ilusión. Para los que somos granadinos es algo histórico. Además, ha surgido de una forma muy orgánica. Se creó un vínculo después de ir a los partidos y estar con los aficionados», afirma.

Tampoco descarta tener su propio club en un futuro. «Es algo que hemos hablado alguna vez. Nos imaginamos con un equipo y yendo todos los domingos a comer y beber cerveza allí. Estamos ya flow Florentino«, ríe.

Saiko durante la entrevistaÁNGEL NAVARRETE

Si algo tiene en común toda esta vertiente empresarial suya es que el epicentro siempre está en su ciudad. «Es así porque yo no me quiero ir de Granada a no ser que se vuelva imposible vivir allí», afirma reconociendo que últimamente es un asunto que le preocupa. «Yo me he criado con una normalidad y ahora no puedo vivir así. Es algo que se me está haciendo muy difícil y me frustra«, reconoce.

Desvela que, por ejemplo, ha tenido que cambiar de casa. «Me mudé porque si estaba jugando a la Play y subía la persiana de la casa de mis padres y ya gritaban. Son cosas que no entiendo. Es el único sitio donde tengo privacidad y me siento como un ser humano. Ya no podía ir en calzoncillos o salir de la ducha sin ponerme la toalla», cuenta.

También dice que sólo pasea por el centro si es de noche, con la cara cubierta de algún modo o rodeado de un grupo de amigos. «Necesito vivir normal. No sé, poder pasar un fin de semana en la playa. La gente me dice ‘pues vete a Ibiza, a Cancún o a Nueva York’. Pero es que a mí me gusta irme de vacaciones a Granada, a mi playa y con mi gente. Una nevera, una tortilla y un bocadillo que sabe a piedras«, afirma.

Recalca que es totalmente consciente de sus privilegios y que no cambia su vida por nada. Algo que, dice, no quita que haya «contras» y momentos que se hacen cuesta arriba. «Piensa que todo lo que vivo es nuevo para mí. El año que viene, cuando venga una nueva crisis, ya tendré esta experiencia. Por eso muchas veces cuando me pasa les pregunto a la Lola [Índigo] o al Quevedo. Son los ejemplos más cercanos que tengo y más humanos que conozco y sé que si les escribo a las tres de la mañana me van a ayudar», confiesa.

Dice que este parón de los últimos meses ha ayudado a que la gente no esté tan pendiente de él ni le asalte en momentos incómodos. Pero también relata que, por necesidad, ha adoptado un cambio de actitud.

«A veces te hablan mal y llega un punto en el que te cansas. No tengo por qué sonreírle a todo el mundo porque soy un ser humano también. Lo que pasa es que hay gente que se piensa que porque ha pagado 50 euros por un concierto ya soy suyo y me puede tratar como un objeto. Es lo de siempre, intento ser normal y no me dejan. Entonces paso muchas cosas feas y ya ha llegado un punto en el que no me siento mal. Ya me da igual», dice.

Sobre el futuro de su proyecto musical revela que ha vuelto al estudio recientemente. Aunque hay un pero antes de que se emocionen sus fans. «Si me preguntas por la música no tengo ni idea de lo que voy a hacer. Mi plan es que no hay plan», zanja. Y se marcha de vuelta con su grupo de amigos.

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