Carolina Yuste: «Racismo es que me pregunten al maquillarme si quiero que me aclaren el pelo para dulcificarme y no ser tan racial»

La actriz protagoniza La infiltrada, una nueva colaboración con Arantxa Echevarria tras Carmen y Lola y Chinas, en la que se arriesga a proponer otra mirada sobre la violencia de ETA Leer La actriz protagoniza La infiltrada, una nueva colaboración con Arantxa Echevarria tras Carmen y Lola y Chinas, en la que se arriesga a proponer otra mirada sobre la violencia de ETA Leer  

Desde su irrupción en Carmen y Lola en 2018, Goya incluido, Carolina Yuste (Badajoz, 1991) no ha dejado un solo segundo de estar ahí. Y de crecer. Con ruido y con gracia. Repasar su filmografía tiene algo de manifiesto y mucho de provocación. Siempre inquieta y siempre con ganas de decir la suya, esta actriz está convencida de que el arte, su arte, es básicamente y sobre todo un modo de cambiar las cosas, de reconocer al otro, de reconocerse en el otro y, ya puestos, de hacernos a todos mejor.

Ahora, y al lado de nuevo de Arantxa Echevarria, estrena La infiltrada, una historia sobre ETA que también lo es sobre una mujer al filo de todos los abismos, incluido el de un machismo universal y transversal que lo mismo corrompe a unos que a otros, a víctimas y victimarios. Acude a la entrevista poco después de una sesión de rodaje para ‘La canción’, la miniserie de Movistar + donde da vida a la mismísima Massiel y donde canta La la la. Y lo hace con ruido. Y con gracia.

‘La infiltrada’ se estrena unos días después de que se haya montado en el Parlamento la más grande a vueltas con ETA…Sinceramente, me cuesta hablar de lo que ha pasado porque con todo el lío del rodaje no he estado muy al tanto de la actualidad. Pero de manera general, lo que me parece es que usar ETA y las heridas de un montón de personas como herramienta política debería ser una línea roja que no deberíamos cruzar. No creo que utilizar algo así para ganar atención o votantes o audiencia y provocar tertulias amarillistas en los medios sea lo correcto. Estamos hablando de la historia de nuestro país y de un momento muy oscuro. Por suerte, ETA ya no existe y la única manera para que una sociedad pueda avanzar es desde la sanación y la sanación tiene que ver con el cuidado, el respeto y el cariño. Todo esto sabiendo lo difícil que es perdonar determinadas cosas y, por supuesto, respetando el derecho de no perdonar.Hay políticos que mantienen que ETA está más viva que nunca.Pero eso es mentira. No se puede lanzar eso a la sociedad, a la gente joven… Es muy grave que desde espacios de poder se suelten semejantes barbaridades. Se me encoge el pecho. El momento culminante y madre de todas las polémicas fue cuando un parlamentario enseñó un montaje con las fotos de varios asesinados por ETA…A veces pienso que el Parlamento se ha convertido en un set de rodaje y los políticos nos están quitando el trabajo a los actores. No sé. Yo quiero confiar en la política y estoy convencida de que la política existe para construir sociedades más justas y mejores, pero no se puede convertir en un circo. Creo que antes hay que pensar en la gente a la que le puedes hacer daño. ¿Cuál es el momento más impactante y doloroso que recuerda personalmente de los asesinatos de ETA?Era muy joven cuando el asesinato de Miguel Ángel Blanco. Tenía seis años. Sí recuerdo muy bien el atentado de la T4 en el aeropuerto de Barajas. Tenía un familiar que esos días tenía que coger un avión y, por ello, lo tuve muy presente. Pero, en general, no he vivido esa angustia que tuvo que vivir el país cuando había atentados de manera constante.

Carolina Yuste en ‘La infiltrada’.’La infiltrada’ coloca el foco, además de en la banda terrorista y en la lucha del Estado contra ella, en algo que nunca ha hecho el cine que se ha ocupado de ETA: el machismo. El machismo es transversal. Lo interesante de la película es que habla de una joven policía en los años 90 engullida no solo por el conflicto evidente que vive la sociedad, sino por el sistema patriarcal que lo invade todo y se la come. El machismo y la homofobia es algo común tanto en el ambiente de trabajo de sus compañeros como entre los etarras con los que convive como la infiltrada que es. El machismo existe tanto en el ambiente laboral como en lo íntimo. ¿Diría que hay algo en común entre el terrorismo y la violencia machista?El terrorismo implica generar terror. El lenguaje es importante y muchas veces es manipulado para que cuando escuchamos la palabra terrorismo solo nos vengan a la mente la violencia de los grupos extremistas. Pero durante eones tanto el machismo como la homofobia, por ejemplo, han generado terror y miedo en muchas personas. No se pueden comparar las violencias, por supuesto, pero sí creo que para dar el valor y la importancia que tienen las diferentes violencias es conveniente usar el mismo lenguaje. ¿Por qué no?¿Entiende el sacrificar ocho años de una vida para un trabajo como el de su personaje?Me cuesta mucho entender cuál fue su motor. Me hubiera encantado hablar con ella. Entiendo perfectamente la decisión de entrar en la policía para combatir a una organización como ETA y más en esos años tan terribles. Lo que me cuesta es entender ese inmenso sacrificio de tanto tiempo. Hablé con un agente infiltrado en grupos de narcotráfico y de movimientos de ultraderecha y él me hablaba del sentido de estar al servicio de una causa justa. Pero luego sí que me confesó que había algo de enganche a la adrenalina. Quizá su personaje tenga algo que ver con la propia profesión de actor. Ella también interpreta un papel.Siempre me pregunté qué del personaje se había quedado en ella y qué perdió de su verdadero yo. Si durante las 24 horas a lo largo de casi una década estás interpretando un personaje y hasta creas vínculos desde ese personaje, algo de esa otra persona que te inventas acaba por ser parte de ti. Me encantaría ver la película que cuente el después, lo que pasó cuando salió de todo esto. ¿Cómo recuperas una vida que ni siquiera sabes ya muy bien si es tuya?Todas las películas que ha hecho con Arantxa Echevarria (‘Carmen y Lola’, ‘Chinas’ y ésta) son esencialmente combativas contra la homofobia, el racismo o el machismo. ¿Qué papel político reconoce en el arte?Creo firmemente que el arte y la cultura tienen la responsabilidad de saber contar lo que somos y saber mirar a lugares no tan comunes. Una de las cosas más hermosas de mi profesión es poder entrar en realidades que no son la tuya. Lo que cuenta es generar empatía y la empatía genera a su vez sociedades más justas. Creo firmemente en eso. Es más, me ha pasado. A mí me ha venido una chavala y me ha dicho: «Gracias a ‘Carmen y Lola’ he sentado a mis padres y les he contado que soy lesbiana». ¿Qué es más urgente corregir la homofobia, el machismo o el racismo?Todo a la vez, pero yo creo que somos más racistas. Gracias al movimiento feminista, hemos hecho mucho más trabajo en España contra las dinámicas patriarcales que contra el racismo, que es mucho más inconsciente. Sí, somos sociedades racistas y hay que asumirlo para corregirlo después. ¿Ha sentido racismo personalmente?Sí, noto que por mi cara se toman ciertas decisiones que no deberían tomarse. Como soy morena y puedo parecer gitana, sí que me ha pasado que voy al súper y he sentido ciertas miradas y hasta que me siguen. Me pasa en pruebas de maquillaje y vestuario y, la verdad, cada vez me enfada más. Me dicen: «Te vamos a aclarar un poquito el pelo para dulcificarte, para que no seas tan racial». Y yo pienso: «¿Qué pasa que las morenas no podemos ser dulces?». Y luego pienso: «¿Cómo que racial?». En verdad, racial somos todos. Es racismo, pero también clasismo. No me atrevo a decirlo muy alto porque hay gente que sufre racismo real, pero sí que he notado ciertos prejuicios respecto a mi físico. Gitana y mora, por supuesto, me lo han dicho infinitas veces. Y aquí, en España, herencia árabe tiene todo pichirri. Cuando me maquillan, por ejemplo, siempre intentan ponerme la piel más clara. Y eso también es racismo. Cultura // elmundo

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