El poder de la geografía

Hay un nuevo paradigma mundial en el que occidente pierde influencia en un mundo que depende de materias primas esenciales y cadenas de valor resilientes. Leer Hay un nuevo paradigma mundial en el que occidente pierde influencia en un mundo que depende de materias primas esenciales y cadenas de valor resilientes. Leer  

Tras la pandemia, la incertidumbre se ha erigido en nuestra nueva normalidad. La segunda parte del año comienza con un nuevo foco de preocupación en torno a la evolución de la guerra entre Israel e Irán, tras realizar Estados Unidos el primer ataque militar directo desde que llego al poder el régimen de los ayatolás en 1979.

Es cierto que, por ahora, al igual que en el caso de Ucrania y Gaza, asistimos a un conflicto contenido, pero que constata la fragilidad de un mundo sujeto a un proceso de desconfiguración del orden mundial, en el que no sólo es visible la confrontación de EEUU y China por el rol de potencia hegemónica, sino también como emerge la visión estratégica de otros actores económicos que buscan un mayor reconocimiento e influencia en la toma de decisiones globales. Así, es importante destacar que en las últimas décadas los países emergentes han lanzado diferentes organizaciones y tratados para hacer valer sus intereses geoeconómicos, e impulsar una nueva gobernanza mundial de carácter multipolar.

A la espera de cómo evolucione la guerra entre Israel e Irán, en una coyuntura en la que Rusia ha optado por intensificar su ofensiva militar contra Ucrania, los eventos a los que asistimos demuestran cómo el continente europeo necesitará algo más que reforzar su gasto en defensa si quiere realmente mantenerse como un poder geopolítico indispensable. Es decir, junto a la urgencia de acelerar la unidad del mercado de capitales o de un marco común en materia regulatoria, fiscal, laboral y educativa, el proyecto europeo requiere de una estrategia de defensa, seguridad, tecnológica y autonomía estratégica única. Sin ello, será complejo relanzar la competitividad y productividad, y recuperar el espacio geoeconómico perdido en América Latina, Oriente Medio o en la región Asia-Pacífico.

La actuación militar de EEUU sobre Irán, sin contar con sus aliados tradicionales como si ocurrió en otros conflictos en el pasado, es un elemento más de la pérdida de peso geoeconómico del continente europeo, y de que ha emergido un nuevo paradigma, que el diplomático británico Samir Puri ha acuñado como Westlessness. Es decir, la pérdida de influencia occidental en un mundo en el que el desarrollo de la IA, la digitalización, la descarbonización y las tensiones geopolíticas requerirán no sólo garantizar el suministro de materias primas esenciales y la resiliencia de las cadenas de valor, sino también tener presencia e influencia ante una geografía cada vez más compleja.

Los enclaves geográficos críticos en términos geoeconómicos son aquellos puntos estratégicos cuya posición tiene un fuerte impacto sobre el comercio internacional, los flujos energéticos, las cadenas de suministro o la seguridad global. Estos enclaves concentran vulnerabilidades sistémicas y, por tanto, son focos de competencia entre potencias o actores regionales. En los últimos meses, las tensiones comerciales entre EEUU y China han reflejado la debilidad de las economías avanzadas ante el monopolio de la potencia asiática en la producción y el suministro de tierras raras.

De la misma forma, que los acontecimientos desencadenados en Oriente Próximo desde los atentados de Hamas el 7 de octubre de 2023, pero especialmente ante la escalada del conflicto entre Israel e Irán, han puesto de manifiesto la disrupción global que representaría que el régimen de los ayatolás optara por bloquear el estrecho de Ormuz. Un paso marítimo por el que transita un 20% del suministro de crudo y de gas natural licuado mundial. Por ello, su cierre podría elevar con fuerza los precios de la energía, provocar una nueva crisis inflacionista, generar una mayor inestabilidad geopolítica o lastrar el crecimiento mundial.

No obstante, es importante señalar que sus consecuencias, siempre que no se produzca una conflagración total en Oriente Próximo, serían menores que en décadas anteriores al permitir la tecnología del fracking que EEUU se haya erigido como el principal productor de crudo a nivel mundial. Al mismo tiempo que Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos podrían suministrar parcialmente petróleo a través de sus oleoductos hacia el mar Rojo y el Golfo de Omán, respectivamente. En contraste, el bloqueo del estrecho de Ormuz no permitiría a Irán, Catar y Kuwait mantener sus exportaciones energéticas.

A pesar de ello, el impacto sería crítico para el continente europeo, pero también para China por su dependencia del suministro de crudo procedente de Irán. Una realidad que demuestra la estrategia de EEUU de recuperar el control geoeconómico de los enclaves geográficos críticos, y con ello erosionar el poder desplegado por el Gobierno de Xi Jinping a través de su iniciativa Belt&Road y del apoyo a los regímenes políticos de Rusia, Irán o Corea del Norte.

De ahí que también será clave cuál será la posición de dominio sobre otros puntos geográficos estratégicos como son el canal de Suez y los estrechos de Bab el-Mandeb Malaca por su rol crítico en el transporte de mercancías, de energía e, incluso, de datos, entre Asia, Oriente Próximo y Europa. De la misma forma que el canal de Panamá es un paso vital para el comercio de bienes entre la costa este y oeste del continente americano, y entre Asia y la costa este de EEUU.

Sin olvidar la importancia de Taiwán y del mar del Sur de China por su condición de enclave crítico para el suministro de semiconductores y el tránsito de aproximadamente un tercio del comercio mundial, y del reto geoeconómico que representa para la seguridad de EEUU y Europa el control del Ártico. Un reto geográfico, este último, que antes de que el presidente Trump 2.0 verbalizara su relevancia reclamando de forma abrupta la soberanía de Groenlandia, ya representaba un riesgo claro para los países nórdicos ante las constantes injerencias de Rusia o el deseo de China de aumentar su presencia en la zona a través de sus inversiones. Así, durante la crisis financiera global de 2008, que provocó el rescate financiero de Islandia, a pesar de las necesidades de financiación el Gobierno optó por bloquear la compra por parte de inversores chinos de una gran superficie en la costa norte de la isla al constatarse que no respondía a fines comerciales, sino a otros complejos intereses.

Por tanto, en este nuevo ciclo geoeconómico, en el que todavía no vislumbramos cómo quedará reconfigurado el orden mundial y si habrá una única potencia hegemónica, el poder se medirá tanto por el liderazgo tecnológico o militar, sino también por la capacidad de tener una mayor autonomía en el suministro de energía, materias primas esenciales y otros inputs estratégicos. Una combinación de elementos que, como en otros periodos de la historia, muestra la relevancia de lograr la influencia de la geografía.

*Alicia Coronil es economista jefe de Singular Bank y asesora del Círculo de Empresarios.

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