La mirada de los mercados

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Seguimos presenciando un mercado bursátil que no cesa de romper récords, desde Estados Unidos hasta Europa. Sin embargo, en las finanzas, como en las relaciones humanas, no basta con dejarse llevar: la verdad se encuentra en una mirada limpia que equilibre el amor y el respeto. Las decisiones deben basarse en fundamentos reales. Lo que muchos observadores están señalando es que este prolongado rally del mercado, sostenido por la fe ciega en las innovaciones tecnológicas y la abundancia de liquidez, ha perdido su conexión con la realidad económica. Los pilares fundamentales de las finanzas están siendo socavados.

Los recientes máximos del S&P 500, impulsados principalmente por gigantes tecnológicos como Nvidia, Tesla y Microsoft, reflejan lo que ya se percibe como una burbuja tecnológica. Las valoraciones de estas empresas han alcanzado niveles desorbitados, sin el respaldo de los fundamentales que deberían justificar semejantes cotas. Las acciones, según la ortodoxia financiera, deben valorarse en función de los flujos de caja futuros. Sin embargo, el fervor por la inteligencia artificial ha llevado a los inversores a obviar la desconexión entre precios y beneficios reales. El sesgo del exceso de confianza juega un rol preponderante. Muchos actores del mercado creen que esta vez será diferente, que la corrección no es necesaria… un error que la historia, una y otra vez, ha desmentido.

Este exceso de confianza no se limita al sector tecnológico. Asistimos la pérdida del entusiasmo en torno a las finanzas sostenibles (ESG). Fondos que hasta hace poco eran la joya de las carteras de inversión han experimentado salidas netas de capital que superan los 40.000 millones de dólares en lo que va de año. Los inversores han comenzado a cuestionar si hay sustancia real tras las promesas de sostenibilidad, y si los plazos impuestos para la transición energética no son, en realidad, demasiado ambiciosos.

A este burbujeo se le añade un peligro aún más inquietante: el shadow banking. Es la parte del sistema financiero mucho menos regulada y ha crecido de forma alarmante. Maneja más de 63 billones de dólares en activos. Se ha erosionado el principio de prudencia financiera. El apalancamiento excesivo, junto con la falta de transparencia, no está siendo adecuadamente ponderado. La dimensión de este sistema ha superado con creces a la del sector bancario y financiero tradicional, lo que plantea interrogantes sobre la capacidad para absorber un posible shock.

Por otro lado, la política monetaria ha sido un soporte clave para este rally mediante la inyección de liquidez. Los bancos centrales ahora están retirando su apoyo. La era del dinero barato está llegando (lentamente) a su fin, y los inversores empiezan a enfrentarse a la realidad de que han asumido riesgos excesivos sin la debida compensación. Esto viola uno de los principios más fundamentales de las finanzas: la adecuada calibración del binomio riesgo-rendimiento, una relación directa y básica.

El desajuste actual en los mercados refleja una crisis más profunda: la incapacidad para entender el cambio estructural en el modelo productivo. Lo que algunos describen como una anomalía pasajera es, en realidad, la manifestación de un nuevo orden económico, en el que la productividad y la generación de valor están siendo reemplazadas por el miedo a quedarse fuera da la fiesta.

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