Gillian Anderson: «En la libertad del anonimato podemos ser nuestro mejor yo, el más sexy»

La actriz de ‘Expediente X’ y ‘Sex Education’ reúne en su nuevo libro las fantasías sexuales anónimas de cientos de mujeres. «En los testimonios hay un deseo de ternura, pero también de libertad, las mujeres quieren ser amadas por lo que son», explica Leer La actriz de ‘Expediente X’ y ‘Sex Education’ reúne en su nuevo libro las fantasías sexuales anónimas de cientos de mujeres. «En los testimonios hay un deseo de ternura, pero también de libertad, las mujeres quieren ser amadas por lo que son», explica Leer  

Usted, que se metió tan bien en su cabeza -y en sus famosas chaquetas-, ¿qué cree que habría revelado Margaret Thatcher en su libro? Gillian Anderson (Chicago, 1968) se ríe con fruición. Como suele ocurrir, su imagen -como pronto descubriremos, estereotipada- de gran estrella de la actuación se traduce en la realidad en una persona muy ingeniosa. Pero no pierde detalle y responde de inmediato: «Es una pregunta interesante: ¿cuáles eran sus fantasías sexuales, y cuánto habría estado dispuesta a revelar de forma absolutamente anónima? Quizá habría material para un libro aparte».

El público conoció a Gillian Anderson hace 31 años, en el éxito sorpresa que fue Expediente X, en parte ciencia ficción y en parte terror con tintes fantapolíticos, precursora visionaria (antes de internet y los delirios conspiranoicos a través de las redes sociales) de varios fenómenos no siempre agradables de nuestro presente. Era la agente del FBI que perseguía extraterrestres, o más bien su rastro, junto a su compañero Fox Mulder (David Duchovny). Pero, en lugar de explotar el filón de Expediente X -como habrían hecho actrices con menos talento e inteligencia-, se pasó el último cuarto de siglo haciendo algo completamente distinto: teatro culto (Tennessee Williams), televisión culta (Tolstoi, Austen, Melville, Dickens), series de éxito (The Crown -en la que encarnó a Thatcher-, Sex Education), buenas películas (La casa de la alegría, Los crímenes de la academia), todo bajo la bandera de su evidente y luminosa inteligencia.

Anderson habla desde el salón de su casa, llena de libros, en Londres (siempre ha vivido lejos de Hollywood). Hay actores que confían a escritores por encargo sus reflexiones filtradas por agentes (y se podría tener el mal gesto, en muchos casos, de suponer que han escrito más libros de los que han leído) y luego están los que, poco frecuentes, como Anderson, son escritores de verdad, que van creando una bibliografía ya extensa en los países anglosajones entre la no ficción y la ficción.

Su nueva obra es Quiero, un libro sobre el deseo y más particularmente sobre la libertad femenina, o la falta de ella. Quiero nació de una invitación que Anderson dirigió a mujeres de todo el mundo, un llamamiento a compartir -de forma anónima- sus fantasías sexuales, sensaciones y pensamientos más íntimos y profundos, los que rara vez se expresan en voz alta.

«El porno está en todas partes en internet desde hace un cuarto de siglo y, como sabemos, está dirigido sobre todo al deseo masculino, a la mirada masculina»

Todas las edades, todos los ámbitos de la vida, todo el sexo y el placer, minuto a minuto: fantasías, no realidades, pero descritas con un detalle que no se puede relatar aquí. ¿Porno? «No, es diferente», señala. «Las descripciones son muy explícitas porque las fantasías lo son. Es raro que una fantasía fuertemente caracterizada y quizá recurrente no se defina con detalle. El porno está en todas partes en internet desde hace un cuarto de siglo y, como sabemos, está dirigido sobre todo al deseo masculino, a la mirada masculina. Cuando éramos adolescentes internet no existía, piensa que aún conservo mis viejas cintas de VHS de Expediente X y de muchas películas, aunque ya no tenga el reproductor y no pueda verlas. Internet no existía y quizás era mejor no ser bombardeada por todas esas imágenes, pero más aún en este mundo digital tan saturado de sexo online, me pareció interesante pedir a las mujeres, con la garantía de anonimato que nos permite la tecnología, que subieran sus sueños prohibidos a una plataforma».

En el libro hay momentos muy potentes, como aventuras amorosas con un yeti, el simiesco hombre de las nieves. «Eh, ya sé, cosas que quizá esas mujeres no habrían confesado a su psicoterapeuta, o a su cura si son católicas. Quizá sea lo mejor, el libro tiene el poder de la verdad y no hay nada más verdadero que los secretos inconfesables».

Son «cartas de adolescentes que aún no han tenido relaciones sexuales; de solteras atrapadas en la interminable espiral de los acercamientos por internet y los ligues de una noche; de mujeres agotadas con hijos pequeños; de esposas o parejas con largas relaciones a sus espaldas, frustradas por la rutina habitual; de personas transexuales y no binarias; de mayores de 60 años que luchan por descubrir el sexo después de la menopausia. Fantasías de sumisión y sexo en grupo… Cosas difíciles de confesar, incluso en la intimidad de la pareja. ¿Qué descubrimos? Que en la libertad del anonimato podemos dejarnos llevar, ser nuestro mejor yo, el más sexy, erótico y desinhibido, que podemos dejar de preocuparnos por nuestro cuerpo, los tabúes religiosos y los condicionamientos sociales, y que es increíblemente sano y catártico compartir nuestras fantasías, porque sólo en nuestras fantasías podemos dar rienda suelta a nuestros antojos e impulsos más secretos. En las fantasías no necesitamos el permiso de nadie. Podemos decidir hacer lo que queramos, con quien queramos y cuando queramos. Sin miedo, sin juicios ni consecuencias».

Desde luego, Margaret Thatcher no le tenía miedo a nada: Anderson le prestó su rostro en una actuación impactante: «A Thatcher le gustaban los hombres. Era muy coqueta porque sabía que siempre era una de las personas más inteligentes de la sala en ese momento concreto, sabía cómo impresionar a los hombres, a muchos niveles diferentes. Su inteligencia, su poder, el hecho de ir siempre un paso por delante eran atractivos, y ella jugaba con ese elemento. Los biógrafos explican que, por ejemplo, durante los consejos de guerra en la época del conflicto de las Malvinas, escuchaba con gran interés a los generales más decididos, más masculinos: le caían bien, eso la hacía más humana. Sabía utilizar su energía. Era la dueña de su universo, sin duda. Eso para muchos hombres es atractivo, para los americanos es sorprendente saber que para un porcentaje considerable de ingleses Thatcher era atractiva. Para mí es obvio. Por eso es igualmente obvio que no se sabe qué subiría Thatcher a esa plataforma como fantasía secreta».

En la exitosa serie Sex Education de Netflix, Anderson interpreta a una terapeuta sexual que dice cosas como: «Sí, la sexualidad es fluida. El sexo no nos completa. Así que, ¿cómo podrías estar enfermo?». Parece un anuncio de Quiero. Pero la actriz, que acude a la librería cuando quiere relajarse, no pudo evitar citar otro libro como inspiración: «En 1973 salió un libro llamado Mi jardín secreto que hacía algo parecido: las mujeres escribían en forma de carta a la autora, Nancy Friday. Hoy en día, para recoger cartas anónimas hay que crear un portal seguro. Anonimato garantizado. Así protegimos a las mujeres que nos confesaron. De todo el mundo: de Nueva Zelanda a Nigeria, de Rumanía a Rusia. De todas las edades. Antes existía el odioso estereotipo de la vaca vieja, como si después de los 50 o, peor aún, de los 40, el sexo ya no debiera formar parte de nuestra experiencia, mientras que, obviamente, esto no se aplicaba a los hombres. Aquí, más allá de que espero una nueva era de amabilidad y consideración, que a mí no me parece un sueño imposible mirando a las nuevas generaciones, hay que decir que la fantasía es siempre un acto creativo, y las fantasías sexuales no son diferentes en este sentido. Eso es lo que hacen los directores de cine o televisión, dan forma a sus fantasías. Aquí hablamos de deseos íntimos. Que sean o no posibles en la vida real poco importa, son reales en la fantasía. ¿Hay cosas en el libro que parecen salidas de Narnia? Así es, a menudo las fantasías son, como la propia palabra dice, fantásticas».

«En el libro hay de todo, orgías, sadomasoquismo. Aviso: no soy especialista, hago de especialista en la tele, no nos confundamos…»

«Dar rienda suelta a la imaginación es saludable. Todo gracias al anonimato, al secreto. Las mujeres pueden atreverse, en el anonimato. Lo esencial de esta experiencia tan significativa para mí es que las mujeres ya no quieren lo mismo de siempre. Es muy posible que su auténtico placer no forme parte de la dinámica sexual que experimentan cada día. Me interesa saber cuánta ternura desean las mujeres. En el libro hay un deseo de ternura, pero también de libertad, las mujeres quieren ser vistas y amadas por lo que son, y no sé si eso estaba realmente presente en el libro de Friday. Luego, por supuesto, en el libro hay de todo, orgías, sadomasoquismo. Aviso: no soy especialista, hago de especialista en la tele, no nos confundamos… Digamos que escucho. Con interés. Me gusta escuchar. Y mira cómo me lo han agradecido mujeres de todas las edades: agradecidas por tener esta salida para sus deseos, como colaboradoras o como lectoras. Manifestar sus sueños y deseos es también un medio para el enriquecimiento de todos. Hay un sentimiento de apoyo mutuo. Es importante. Hablamos de sus vidas. Escuchar es compasión, y la política debe ser siempre compasiva».

Escuchar significa sorprenderse. «Está todo ese sexo explícito, pero también está la mujer que escribe: ‘Articular esta necesidad me llena de vergüenza. Es una fantasía inadecuada. Tan pequeña e insignificante, casi patética, pero escribirla sobre el papel me llena de pavor…’. Y finalmente revela: ‘Quiero que me besen’. Esos momentos de verdad no tienen precio para mí: es la variedad y la profundidad de la experiencia humana».

Anderson es muy cuidadosa al respecto: «Eso sí, tuvimos cuidado de no incluir cartas que pudieran ser impactantes y tal vez desencadenar recuerdos traumáticos en el lector, sería injusto no reconocer que algunas mujeres fantasean con ser utilizadas como objetos sexuales, o con ser secuestradas y violadas por sus captores. Pero es importante subrayar que se trata de fantasías. Y tal vez ese sea el propósito de la fantasía, proporcionar un espacio en el que podamos imaginar y simular con seguridad situaciones peligrosas y degradantes dentro de los confines de nuestras cabezas y dormitorios. Mi personaje en Sex Education, la doctora Jean Milburn, cree que es increíblemente saludable compartir las fantasías más íntimas con la pareja. Explica que la comunicación crea cercanía, estimula la excitación y demuestra un grado de confianza que sólo puede beneficiar a una relación erótica. Pero ella tiene sus propios problemas. ¿Confiaría plenamente en ella cuando se trata de relaciones íntimas? No, pero es un personaje de una serie de televisión. Este libro es real».

Anderson es uno de los grandes nombres que se prestan anualmente, de forma gratuita, al exitoso espectáculo que se celebra en el Royal Albert Hall de Londres con fines benéficos: Letters Live. Actores famosos leen cartas de escritores y de gente corriente: un hermoso espectáculo sobre el poder de la palabra. «Es algo hermoso, nos enorgullece a todos. ¿Saben que se puede sentir, desde el escenario, la atención total del público? La participación total con las vidas evocadas por esas letras. Pero esa es la magia del teatro. Se obtiene tanto del teatro cuando se ofrece al público la posibilidad de contribuir a ese extraordinario viaje a las vidas que se manifiestan en el escenario. Cuando hice Un tranvía llamado deseo en Londres sentí de forma casi física esa conexión que crean con el público los personajes de Tennessee Williams. Nunca lo había sentido antes. En cierto modo fue una experiencia devastadora, dos meses de representaciones, pero fue suficiente para conmocionarme profundamente. Cuando en el teatro una experiencia intensa para los actores se convierte en intensa para el público sucede realmente la magia».

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